Escuela madrileña, posiblemente FRANCISCO RIZI (Madrid, 1614 – El Escorial, 1685); siglo XVII.
“Ecce homo”.
Óleo sobre tabla.
Posee marco de época.
Medidas: 40 x 23 cm; 55 x 38 cm (marco).
Esta obra presenta con intensidad emocional el momento en que Cristo, coronado de espinas y cubierto con el manto rojo de la burla, es mostrado al pueblo antes de su crucifixión. La composición, de formato alargado y estructura teatral, concentra la acción en torno a la figura central de Cristo, cuya expresión serena contrasta con la agitación de los personajes que lo rodean. La iluminación dirigida, de fuerte claroscuro, enfatiza el dramatismo de la escena y revela la influencia del tenebrismo, recurso característico de la pintura madrileña del siglo XVII. El uso de una paleta cálida y terrosa, junto con la pincelada suelta y vibrante, recuerda el estilo maduro de Rizi, en quien confluyen la herencia naturalista de Caravaggio y la grandilocuencia escenográfica del barroco cortesano. El artista logra así una síntesis entre devoción y teatralidad, presentando el sufrimiento de Cristo no solo como un episodio narrativo, sino como una meditación visual sobre la redención y la compasión divina.
Francisco Rizi fue un destacado pintor del barroco español. Hijo del artista italiano Antonio Ricci, quien llegó a España para trabajar en El Escorial junto a Federico Zuccaro, y hermano del pintor y teórico Juan Andrés Rizi, castellanizó su apellido y se formó primero con su padre y luego con Vicente Carducho, de quien fue uno de los discípulos más brillantes.
Desde joven estuvo ligado a la corte y en 1656 fue nombrado pintor del rey. Desarrolló una carrera muy versátil, combinando la pintura religiosa y de caballete con decoraciones efímeras y teatrales, especialmente para el palacio del Buen Retiro, donde dirigió los montajes escenográficos durante muchos años. También trabajó intensamente para la catedral de Toledo, donde fue nombrado su pintor oficial en 1653.
Rizi fue un artista plenamente barroco, caracterizado por su pincelada suelta, su riqueza cromática y su habilidad para crear movimiento y profundidad, especialmente en sus frescos de perspectivas arquitectónicas y cielos abiertos. Su última obra fue La Sagrada Forma para la sacristía de El Escorial, terminada tras su muerte por su discípulo Claudio Coello.
Entre sus obras más destacadas conservadas en el Museo del Prado figuran Auto de fe en la Plaza Mayor de Madrid, El Expolio de Cristo, La profanación de un crucifijo y San Andrés.
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