Escuela española; siguiendo modelos flamencos; siglo XVIII.
“Bodegón”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Medidas: 71 x 122 cm; 90 x 142 cm (marco).
Pintura perteneciente a la escuela española del siglo XVIII y realizada siguiendo modelos flamencos, constituye un ejemplo notable de la pervivencia de la tradición naturalista barroca dentro del género de la naturaleza muerta en el ámbito hispánico. Este tipo de composiciones, heredero directo de las obras de maestros flamencos como Frans Snyders, Jan Davidsz. de Heem o Clara Peeters, encontró en España un terreno fértil para su desarrollo, adaptándose a los gustos locales y a una sensibilidad más sobria y contenida.
La escena muestra una disposición equilibrada de objetos sobre una mesa: un bogavante rojo intensamente iluminado ocupa el centro de la composición, flanqueado por un jarro de loza, una mitad de melón y diversos frutos , uvas, manzanas, melocotones, que se agrupan en una cesta en segundo plano. La composición se completa con una alcachofa y otros elementos vegetales dispuestos en torno al crustáceo, configurando un conjunto que, más allá de su aparente realismo, posee una carga simbólica vinculada a la abundancia, el placer sensorial y la fugacidad de los bienes terrenales.
El artista demuestra un conocimiento sólido de los recursos de claroscuro, articulando la escena mediante un fondo oscuro que acentúa la presencia táctil y cromática de los objetos. La luz, dirigida y concentrada, crea fuertes contrastes que resaltan el volumen del bogavante y la textura brillante de las frutas, en clara deuda con la pintura tenebrista del Siglo de Oro. Este uso dramático de la iluminación, unido al detallismo en la representación de superficies , la rugosidad del caparazón, la tersura de la loza, el brillo húmedo de la pulpa del melón, revela la influencia directa de los modelos flamencos difundidos en España a través de grabados y colecciones cortesanas.
Desde un punto de vista estilístico, la obra mantiene el espíritu naturalista del siglo anterior, pero con un mayor refinamiento compositivo y cromático, propio del siglo XVIII. El artista, aunque anónimo, demuestra una capacidad técnica apreciable: el dibujo es firme, la estructura espacial coherente y la gama cromática rica pero contenida, dominada por los tonos cálidos del rojo, el ocre y el dorado, que contrastan con los verdes y negros profundos del fondo.
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