Escuela flamenca; segunda mitad del siglo XVII.
“La Anunciación”.
Óleo sorbe cobre.
Posee importante marco del siglo XVII.
Medidas: 68 x 90 cm; 94 x 115 cm (marco).
Esta obra ejemplifica con claridad los rasgos característicos de la pintura devocional barroca flamenca. El tema, la Anunciación, se desarrolla según un esquema compositivo que combina solemnidad teológica y sensibilidad narrativa, integrando recursos visuales destinados a intensificar la experiencia espiritual del espectador. La escena se articula en dos planos: en lo alto, sobre densas acumulaciones de nubes, se manifiesta la esfera sobrenatural con la figura de Dios Padre rodeado de querubines, acompañado por la irrupción de la paloma del Espíritu Santo; abajo, en un ambiente doméstico y sereno, la Virgen recibe el mensaje, representada con actitud introspectiva y gesto suave, subrayado por la presencia del lirio y el libro, símbolos de pureza y entrega.
El tratamiento de la luz responde a los códigos del barroco septentrional, donde la luminosidad dorada y cálida parece emanar tanto del ámbito divino como de la contemplación interior de la protagonista. El contraste entre claroscuros acentuados y zonas de penumbra crea un espacio vibrante y dramático, reforzando la tensión espiritual propia del motivo. La abundancia de ángeles infantiles y el dinamismo de las nubes evidencian la influencia de la tradición flamenca en su vertiente más ornamental, mientras que la precisión en los pliegues, la minuciosidad en el dorso del cobre y el detallismo del mobiliario revelan una técnica cuidadosa, fiel al refinamiento material que distinguía a los pintores flamencos cuando trabajaban sobre soportes metálicos.
En cuanto a la calidad, el conjunto muestra una ejecución competente, con una paleta rica en ocres, tierras rojizas y azules profundos que sostienen la atmósfera mística. Aunque no alcanza la monumentalidad de los grandes maestros flamencos del siglo, conserva plenamente los valores propios de la escuela: holgura narrativa, solidez dibujística, efectismo lumínico y una iconografía ortodoxa puesta al servicio de la meditación religiosa. El resultado es una interpretación equilibrada y devota del episodio sagrado, donde el diálogo entre lo divino y lo humano se expresa mediante una imaginería clara, afectiva y típicamente barroca.
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