Atribuido a CLAUDIO COELLO (Madrid, 1642-1693).
“Inmaculada Concepción”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Presenta repintes y restauraciones.
Medidas: 63,5 x 44,5 cm.
Esta obra muestra la infuencia estética de la madurez artística de Claudio Coello y revela su diálogo directo con el modelo de la Inmaculada de Juan Carreño de Miranda conservada en el Museo de Guadalajara. Si bien la composición remite claramente a Carreño, Coello introduce una interpretación más personal, caracterizada por una gama cromática más suave y refinada, con tonos pastel y una elegancia luminosa que se aleja de los contrastes más severos de su maestro.
El estudio de los ángeles resulta especialmente significativo. Se relaciona estrechamente con el dibujo de Coello Ángeles niños conservado en la Biblioteca Nacional, considerado un estudio preparatorio para una Inmaculada Concepción. Los grupos angélicos de la zona inferior reproducen con fidelidad modelos de Carreño de Miranda, en particular los angelitos de la gran Inmaculada de la Hispanic Society of America (Nueva York). Destaca el angelito de espaldas situado a la izquierda, recortado sobre el espejo simbólico, un motivo que Coello reutilizó en varias versiones de este tema, como las conservadas en el Tribunal Supremo y en la Hermandad del Refugio de San Antonio de los Portugueses (Madrid), introduciendo ligeras variaciones que aportan mayor dinamismo y gracia sinuosa, acorde con su gusto personal. El ángel de mayor tamaño, en la parte superior, guarda estrechas afinidades con los que aparecen en la Inmaculada firmada por Coello del convento de las Capuchinas de Toledo.
La pintura ejemplifica el pleno barroquismo de finales del siglo XVII y refleja la maestría escenográfica de Coello, cualidades que le valieron su nombramiento como pintor de Cámara del rey Carlos II, el más alto reconocimiento para un pintor de su tiempo. Formado junto a Francisco Rizi, Coello desarrolló un estilo propio en el que combinó composiciones monumentales, un uso refinado del color y una rica imaginería. Tras una intensa trayectoria que abarcó pintura de caballete, grandes retablos y decoraciones al fresco, fue nombrado pintor de cámara en 1685 y, pocos años después, pintor de la catedral de Toledo. Esta Inmaculada resume con brillantez su capacidad para reinterpretar modelos consagrados y dotarlos de una elegancia distintiva, altamente apreciada por el coleccionismo de su época y del actual.
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