Escuela andaluza de mediados del siglo XIX.
“San José con el Niño”.
Óleo sobre lienzo.
Conserva la tela original.
Posee marco de época.
Medidas: 42 x 25,5 cm; 55 x 38 cm (marco).
En la obra se muestra a san José, de pie con el Niño cogido y apoyado en su regazo, en una escena familiar llena de ternura típica de la escuela andaluza. Hasta la Contrarreforma, lo más común era que la figura de san José permaneciera en un segundo plano, dado que no se le otorgaba ninguna importancia teológica. Sin embargo, a partir de Trento se recuperará su papel protagonista como protector de Jesús durante su infancia, como guía durante sus años de juventud, y como tal se representa aquí. Frente a la ternura, indefensión y candidez de la figura infantil, san José se presenta como un personaje monumental, típicamente barroco, impresión que queda reforzada por la composición piramidal. Mediante esta forma de representación, el autor realza visualmente el papel decisivo como protector del padre putativo de Jesús.
La obra se puede relacionar con la pintura andaluza de mitad del siglo XVII, en la que existía una gran influencia de Murillo. El haberse convertido en el primer pintor de la ciudad, superando en fama incluso a Zurbarán, movió su voluntad de elevar el nivel artístico de la pintura local. Por ello en 1660 decidió, junto con Francisco Herrera el Mozo, fundar una academia de pintura de la que fue el principal impulsor. Su fama se extendió hasta tal punto, por todo el territorio nacional, que Palomino indica que hacia 1670 el rey Carlos II le ofreció la posibilidad de trasladarse a Madrid para trabajar allí como pintor de corte. No sabemos si tal referencia es cierta, pero el hecho es que Murillo permaneció en Sevilla hasta el final de su vida. Actualmente se conservan obras suyas en las pinacotecas más importantes del mundo, como el Museo del Prado, el Hermitage de San Petersburgo, el Kunsthistorisches de Viena, el Louvre en París, el Metropolitan de Nueva York o la National Gallery de Londres, entre muchos otros.
La obra se puede relacionar con la pintura andaluza de mitad del siglo XVII, en la que existía una gran influencia de Murillo. El haberse convertido en el primer pintor de la ciudad, superando en fama incluso a Zurbarán, movió su voluntad de elevar el nivel artístico de la pintura local. Por ello en 1660 decidió, junto con Francisco Herrera el Mozo, fundar una academia de pintura de la que fue el principal impulsor. Su fama se extendió hasta tal punto, por todo el territorio nacional, que Palomino indica que hacia 1670 el rey Carlos II le ofreció la posibilidad de trasladarse a Madrid para trabajar allí como pintor de corte. No sabemos si tal referencia es cierta, pero el hecho es que Murillo permaneció en Sevilla hasta el final de su vida. Actualmente se conservan obras suyas en las pinacotecas más importantes del mundo, como el Museo del Prado, el Hermitage de San Petersburgo, el Kunsthistorisches de Viena, el Louvre en París, el Metropolitan de Nueva York o la National Gallery de Londres, entre muchos otros.
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