EMILIO SALA FRANCÉS (Alcoy, Alicante, 1850 – Madrid, 1910).
“Alegoría de la Fortuna”, c. 1880.
Óleo sobre lienzo.
Adjunta certificado de autenticidad expedido por don Adrián Espí Valdés, experto en pintura Valenciana.
Presenta restauraciones en la superficie pictórica.
Medidas: 200 x 126 cm; 225 x 145 cm (marco).
Esta obra Emilio Sala Francés representa con maestría el gusto academicista y ecléctico propio de la pintura española de finales del siglo XIX. La composición muestra a una figura femenina entronizada sobre nubes, identificada con la Fortuna, rodeada de amorcillos alados que portan diversos atributos simbólicos en un entorno celestial.
El tratamiento de la luz y el color revela la influencia del academicismo italiano y francés, con una paleta luminosa y una pincelada pulida que confiere un aire etéreo a la escena. Sala, formado en la Real Academia de San Fernando y partícipe del ambiente artístico madrileño, combina en esta obra la idealización clásica con un tono decorativo, cercano al simbolismo alegórico que predominaba en los encargos oficiales y ornamentales de su tiempo.
La temática mitológica y alegórica es recurrente en la producción de Sala Francés, quien cultivó tanto la pintura de historia como el retrato y la decoración mural. Obras como esta evidencian su dominio técnico y su inclinación por los temas elevados, tratados con refinamiento y equilibrio compositivo. En “Alegoría de la Fortuna”, el artista logra un diálogo entre la tradición neoclásica y la sensibilidad romántica, sintetizando el ideal de belleza y virtuosismo característico de su estilo maduro.
Emilio Sala se formó en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, donde fue discípulo de su primo, el pintor Plácido Francés. En 1871 realiza su primer viaje a Madrid, donde se dedica a estudiar y copiar las obras de los maestros del Museo del Prado, especialmente las de Velázquez. En ese momento inicia su participación en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, obteniendo primera medalla en las ediciones de 1878 y 1881. En 1885 viaja pensionado a Roma para estudiar el renacimiento italiano, y allí traba amistad con Francisco Padilla, Federico de Madrazo y Joaquín Sorolla. Más tarde permuta su beca y se desplaza a París, donde se presentó a la Exposición Universal de 1889 obteniendo una segunda medalla. En 1891 obtuvo la Medalla de Oro de la Exposición de Berlín. Participó en el Salón de Bellas Artes de los Campos Elíseos durante varios años, con obras de carácter literario, costumbristas y algunos retratos. Desde 1890 se aleja de la pintura de historia, muy demandada en España pero poco valorada en Francia, y se dedica a la pintura de género, al paisaje y a la ilustración, en publicaciones como “Blanco y Negro” o “La Ilustración Española y Americana”. A su regreso a España se instala definitivamente en Madrid, y en 1906 se crea para él la cátedra de Teoría y Estética del Color en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Entre sus discípulos destacaron María Blanchard y Cecilio Pla, y publicó “La gramática del color”, obra que fue empleada como libro de texto en las Escuelas de Bellas Artes de Madrid y Barcelona. En la capital Sala abrió su propio estudio, y tomó parte en la decoración de los Palacios de Anglada y Mazarredo. Fue nombrado académico de mérito en la Academia de Bellas Artes de Roma, y recibió la Cruz de San Miguel (Munich, 1885) y la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica (1899). La obra de Emilio Sala está presente en la Hispanic Society de Nueva York, el Museo del Prado, el de Arte Moderno de Madrid, los Municipales de Bellas Artes de Granada, Valencia, l’Empordà, Cáceres, Santander y Málaga, el Lázaro Galdiano, el Camón Aznar, el del Teatro en Almagro y el Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile, entre muchos otros.
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