RICARDO DE MADRAZO Y GARRETA (Madrid, 1852 - 1917)
"Retrato de una dama", 1882.
Óleo sobre lienzo.
Presenta dedicatoria en la zona inferior: "Al mejor de mis amigos D. José Pellicer".
Firmado, fechado y localizado (Barcelona).
Medidas: 55,5 x 40,5 cm: 84 x 68 cm (marco).
El lienzo representa a una mujer de medio cuerpo, ataviada con un vestido oscuro adornado con pasamanería y un lazo azul en el cuello que introduce un delicado contraste cromático a la sobriedad de la vestimenta.
La figura está concebida con gran naturalismo: el rostro, suavemente iluminado, transmite una expresión contenida, casi melancólica. El dominio del claroscuro resalta el volumen del rostro y la densidad de la vestimenta, mientras que el fondo neutro, en tonos terrosos y verdosos, contribuye a centrar la atención en el modelo, despojando a la escena de elementos narrativos superfluos.
La dedicatoria inscrita en el ángulo inferior derecho, "Al mejor de mis amigos D. José Pellicer", añade una clave personal y social al retrato: no es sólo una obra de encargo, sino también un gesto afectivo que refleja los vínculos del pintor con el círculo de intelectuales y coleccionistas de su época. Posiblemente, la dama retratada pertenezca al círculo cercano de aquel amigo, lo que añade un matiz conmemorativo al cuadro.
Ricardo de Madrazo era hijo de Federico y hermano de Raimundo. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde sus maestros, además de su propio padre, fueron Joaquín Espalter y los escultores Ricardo Bellver y Ponciano Ponzano. En 1866 conoció a Mariano Fortuny, que se convertiría en su cuñado y ejercería una poderosa influencia en su estilo pictórico. En 1868 viajó con Fortuny a Roma, donde asistió a la Academia Chigi. En 1869 se instaló en París, donde tuvo la oportunidad de visitar el taller de Jean-Louis-Ernest Meissonier. En París también se dedicó a estudiar a los grandes maestros, cuyas obras se conservan en el Louvre, copiando numerosos cuadros. La guerra franco-prusiana le obligó a regresar a España entre 1870 y 1872, y se instaló en Granada con su hermana y su cuñado. Los dos pintores aprovecharon la ocasión para pintar a plein air en la Alhambra y el Albaicín. Muchos pintores acudían a casa de Fortuny, como si fuera una academia libre. Desde allí hicieron un viaje a Marruecos en compañía de José Tapiró y más tarde fueron a Roma. La vida del artista siguió ligada a la de su cuñado hasta que éste falleció inesperadamente en 1874 y tuvo que hacerse cargo del estudio, catalogación y subasta de las obras de Fortuny, celebrada en el Hotel Drouot de París. Posteriormente, pasó algunas temporadas en Tánger en compañía de Tapiró, y alternó sus estancias entre París y Madrid, participando alternativamente en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de ambas capitales. En 1885 se instaló definitivamente en Madrid, viajando anualmente a Venecia y París. A partir de ese año, siguiendo la tradición familiar, se especializa en la pintura de paisaje y retrato. Su estudio madrileño fue visitado por la reina María Cristina, Archer Milton Huntington, Lázaro Galdiano, Durand-Ruel y William Howard Taft, quien le encargó el cuadro El Parnaso. Sus amplios conocimientos de la Antigüedad le convirtieron en un valioso asesor artístico de importantes coleccionistas españoles y estadounidenses.