JULES FLANDRIN (Francia, 1871–1947).
“Retrato de Henriette Deloras”, 1925
Óleo sobre lienzo.
Obra expuesta en: Japón en 1926–1927 por la Société d’art franco-japonais de Tokio.
-Lyon Galerie des Jacobins Troncin frères (13–29 de enero de 1936), 5: Le melon- Archivos del Sr. Georges Flandrin.
De esta pintura se editó una postal.
Firmado dos veces en la parte inferior izquierda.
Medidas: 65 x 50 cm; 84 x 70 cm (marco).
Este retrato de 1925 constituye uno de los ejemplos más personales y modernos de la pintura de Jules Flandrin. En él representa a su compañera y musa, la pintora Henriette Deloras, a quien retrata con sombrero, en una composición sintética y colorida que revela la unión entre intimidad biográfica y audacia plástica.
La relación entre Flandrin y Deloras hunde sus raíces en la infancia de ella. Tras la muerte de su padre en 1905, Henriette, natural de Grenoble, se instala con su abuela en Corenc, cuya propiedad colindaba con la de la familia Flandrin. Allí conoció al pintor, treinta años mayor, quien supo advertir el vigor de sus dibujos y la alentó a continuar, abriéndole además las puertas de su taller. Con el tiempo, ese vínculo de aprendizaje se transformó en amor y en un diálogo artístico constante.
La atracción por París llevó a Henriette a sumergirse en la efervescencia cultural de la capital en los años de posguerra. Descubrió bares y clubes de jazz, que plasmó con espontaneidad e intuición en sus obras. Fue descrita por Andry Farcy, conservador del Museo de Grenoble, como “la encantadora y turbulenta avecilla del Dauphiné, incansable paseante de este París que tanto amaba”.
En el retrato, Flandrin eleva a su compañera a la categoría de icono. La coloca en el centro de la composición con la dignidad de una madona, bañada por una luz que realza su figura y la envuelve en colores vivos. El pintor recurre a símbolos cargados de significado. La obra destaca por su modernidad formal. Sobre el gris predominante, vibran acentos de color. Este lenguaje sitúa a Flandrin en la órbita de Maurice Denis y los Nabis, con quienes comparte la búsqueda de síntesis formal y cromática, y lo acerca también al uso matissiano del color.
Discípulo de Gustave Moreau, Flandrin cultivó una pintura de paisajes, naturalezas muertas y escenas íntimas, siempre marcada por la libertad expresiva y la voluntad de síntesis. Desde 1897 expuso regularmente en el Salón du Champ de Mars y en 1898 ingresó en la Société Nationale des Beaux-Arts, de la que fue uno de sus miembros más jóvenes. En 1909, el descubrimiento de los ballets rusos en París enriqueció su imaginario visual. Fue nombrado miembro del Salon d’Automne en 1911, recibió la Legión de Honor en 1912 y participó en numerosas exposiciones internacionales: Londres (1910), Interlaken, Berlín y Múnich (1913).