JOSÉ MARÍA MURILLO BRACHO (Sevilla, 1827 – Málaga, 1882).
“Bodegón de flores”, 1855.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y fechado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 97,5 x 84 cm; 117 x 103 cm (marco).
Este bodegón floral constituye un ejemplo epresentativo de la maestría alcanzada por José María Murillo Bracho en el género que definió su carrera y cimentó su prestigio dentro de la escuela malagueña del siglo XIX. La obra destaca por una composición equilibrada, en la que el artista combina un rico repertorio floral con una estudiada disposición espacial, creando un juego de volúmenes, ritmos y contrastes cromáticos de notable refinamiento.
La calidad artística se manifiesta en el extraordinario tratamiento del color y la materia pictórica: pétalos, hojas y tallos están descritos con una fidelidad naturalista que no cae en lo mecánico. El fondo sobrio realza el protagonismo del conjunto, mientras que la cuidada iluminación confiere profundidad y una atmósfera serena, acorde con el gusto purista y clasicista que caracteriza toda su producción.
El bodegón floral fue, junto con las uvas, uno de los temas centrales en la obra de Murillo Bracho. En estas composiciones el artista encontró un campo idóneo para demostrar su dominio del dibujo, su sensibilidad cromática y su respeto absoluto por la naturaleza, cualidades que ya fueron elogiadas en vida por la crítica y por figuras del ámbito académico. Obras de temática y planteamiento similares se conservan hoy en colecciones públicas de referencia, como el Museo Municipal de Málaga, así como en fondos institucionales y municipales de la ciudad, donde sus bodegones fueron adquiridos como modelos ejemplares para la enseñanza del colorido.
Formado en la Academia de Santa Isabel de Hungría de Sevilla y discípulo de Antonio María Esquivel, Murillo Bracho desarrolló una sólida carrera docente en Cádiz, Jerez y Málaga, compaginada con una intensa actividad expositiva a nivel nacional e internacional, incluyendo la Exposición Universal de París. Su pintura, basada en el equilibrio compositivo, la precisión técnica y un cromatismo elegante, conecta con la gran tradición del bodegón español, reinterpretada desde la sensibilidad académica decimonónica.
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