"BONIFACIO" ALFONSO (San Sebastián, 1934 – 2011).
“Sin título”, 1989.
Técnica mixta sobre cartulina.
Firmado y firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 70 x 50 cm., 95 x 74,50 cm. (marco).
La convulsa figuración de Bonifacio se expresa en esta composición poblada de sus características criaturas biomórficas, libremente inspiradas en sus colecciones de insectos, y relacionadas en el plano formal con las obras de Arshile Gorky, Matta o Wilfredo Lam.
Aficionado al dibujo desde su infancia, el inicio de su trayectoria artística se sitúa en 1955, una vez que abandona su incipiente carrera como torero. Ese año obtiene el primer premio en un concurso de pintura en San Sebastián con una composición de influencia cubista, lo que le anima a ingresar en la Escuela de Artes y Oficios, de la que pronto es expulsado. Tras diversas y dispares ocupaciones, comienza a trabajar como dibujante en un estudio de publicidad. Su amistad con el pintor Julio García Sanz le permite depurar los rudimentos de su oficio pictórico. En 1958 celebra su primera exposición individual, que tiene lugar en el Ateneo de Guipúzcoa de San Sebastián. Tras una corta experiencia parisina, en la que conoce a Mompó, Cuixart y Saura entre otros, se instala en Bilbao, donde entra en contacto con la galería Grises, espacio en el que habitualmente exponen en la capital vizcaína los artistas de El Paso, y donde presenta varias individuales en la segunda mitad de la década de los 60. Animado por Fernando Zobel, en 1968 decide trasladarse a Cuenca, donde entabla una estrecha relación profesional con Antonio Lorenzo, que le introduce en las técnicas del grabado. En 1970 firma un contrato con la galería Juana Mordó, a la que queda vinculado hasta comienzos de la década de los 90. Durante los años 70 su pintura se enriquece; sin renunciar al valor gráfico del dibujo, refuerza la intensa carga emocional que se desprende de sus obras mediante una mayor atención al tratamiento cromático de sus composiciones, más evidente en las figuras que en los fondos. Tras una breve etapa de mayor abigarramiento en sus trabajos, que coincide con prolongadas estancias en México, en 1989, año en que traslada su residencia a Madrid, recibe el encargo de diseñar veintiséis vidrieras para la Catedral de Cuenca, en un proyecto en el que también son invitados a participar, entre otros, Gerardo Rueda y Gustavo Torner. Con más de una treintena de ediciones originales, la calidad y originalidad de su producción le hacen valedor del Premio Nacional de Grabado, concedido por la Calcografía Nacional en 1993.