Escuela mejicana; siguiendo modelos del siglo XX.
“Virgen de Guadalupe”.
Óleo sobre latón.
Medidas: 19 x 15 cm.
La iconografía guadalupana adquirió gran riqueza y variedad sobre todo a partir del siglo XVII. La representación que nos ocupa sigue fielmente la del lienzo original (atribuida al indígena Marcos Cípac, s.XVI): la media luna a sus pies sostenida por un ángel, los rayos orlando la figura, la mandorla, la corona, la tez oscura de la Virgen... Nuestra Señora de Guadalupe es una advocación mariana de la Iglesia católica, cuya imagen tiene su principal centro de culto en la Basílica de Guadalupe, en el norte de la ciudad de México. De acuerdo a la tradición oral mexicana, se cree que la Virgen María se apareció en cuatro ocasiones a San Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro del Tepeyac. Juan Diego, en la última aparición de la Virgen, llevó en su ayate unas flores que cortó en el Tepeyac, según la orden de la Virgen. Desplegó su ayate ante el obispo Juan de Zumárraga, dejando al descubierto la imagen de la Virgen María, morena y con rasgos mestizos. Los pueblos mesoamericanos desde tiempos remotos ya veneraban en el cerro del Tepeyac a una deidad llamada Tonantzin, de ahí que figure cierto sincretismo con la asimilación del mensaje traído por la Virgen María. Este suceso se conoció como el Milagro de las Rosas, y fue recogido en el “Nican Mopohua”, texto presuntamente escrito por el indio Antonio Valeriano.