EMILIO GRAU SALA (Barcelona, 1911 – 1977).
Sin título, 1954.
Técnica mixta sobre papel.
Firmado y fechado en el margen inferior.
Medidas: 61,5 x 47 cm; 89 x 74 cm. (marco).
Grau Sala, exponente insigne de la vertiente más vitalista de la Escuela de París, despliega en esta escena una celebración sensorial de asombrosa sutileza y riqueza cromática. La escena se construye como un juego formal de contrastes en dos mujeres que ocupan un mismo espacio, aunque permanecen ensimismadas. El fondo, de un azul intenso, se anima con pinceladas de amarillo que sugieren un interior cálido y vibrante. La mesa roja, apenas esbozada, actúa como anclaje visual y eje cromático. Todo en la pintura se articula a partir de oposiciones: los estampados florales exuberantes que viste una de ellas frente a la blancura sobria del otro vestido; el cabello anaranjado de una, frente al tono oscuro y recogido del de su compañera. El aislamiento emocional acentúa el carácter introspectivo de la escena. Y, sin embargo, todo está unido por una implosión de color: miríadas de tonalidades superpuestas que no disuelven las formas, sino que, paradójicamente, las realzan, dotándolas de una elegancia etérea.
Grau Sala se formó en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, aprendizaje que combinó con una formación esencialmente autodidacta. En 1930 realiza su primera exposición, en la galería Badriñas de la ciudad condal. Al estallar la Guerra Civil se traslada a París, y ese mismo año de 1936 obtiene el primer premio Carnegie. En los veinticinco años que permaneció en la capital francesa conoció de cerca las vanguardias, aunque se decantó siempre por una figuración colorista, derivada del impresionismo y el fauvismo. De hecho, pronto se dio a conocer en París como sucesor del espíritu y los valores impresionistas, directamente relacionados con Bonnard y Vuillard. El éxito de su estilo llevó a Grau Sala a dedicarse también a la obra gráfica y la escenografía. La gracia y finura de sus personajes, la vivacidad de los colores y la atmósfera elegante de los ambientes que plasmaba le hicieron cosechar grandes éxitos y reconocimientos por todo el mundo. Celebró diversas muestras individuales, sobre todo en Barcelona y París, pero también en ciudades como Nueva York, Toulouse, Londres o Los Ángeles. En 1963 regresó a Barcelona, cuando la anquilosada figuración de la España franquista empieza a ser contestada por Oteiza, Chillida, Tàpies y el colectivo “El Paso”. Sin embargo, él permanece fiel a su estilo, y hasta su muerte en 1975 trabajará dentro de su propia línea personal, centrada en sus temas favoritos, figuras femeninas, interiores y paisajes, en una ambientación temporal vagamente clásica, nostálgica del siglo XIX. Tras su muerte, y durante más de una década, Grau Sala quedó ensombrecido por las múltiples novedades que afluían en la España democrática, pero a partir de los años 90, el nuevo auge del coleccionismo de nivel medio relanzó a Grau Sala, al entenderle como intérprete en clave española del impresionismo. Se conservan obras de Emilio Grau Sala en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente y el Instituto Óscar Domínguez de Arte y Cultura Contemporánea.