EDUARDO ARROYO (Madrid, 1937-2018).
“Yo”, 2017.
Collage con papel fotográfico.
Firmad y fechado en la zona inferior central. Firmado, fechado y titulado al dorso.
Medidas: 32 x 20,5 cm.
La faceta de retratista de Arroyo, incluidos sus autorretratos, formó un capítulo aparte en su carrera. De hecho, su singularidad fue celebrada en varias exposiciones, como la realizada en la Fundación Juan March en 2013. Este autorretrato collage data de la última etapa del artista, siempre interesado en narrar historias a partir de retazos de diversa procedencia, lo que también era aplicable a su biografía.
Pintor, escultor y grabador, Arroyo destaca como una importante figura dentro del movimiento neofigurativista. Tras iniciar su carrera dentro del periodismo, empieza a pintar a finales de los años cincuenta, presentándose por primera vez en el Salón de Pintura Joven de París, en 1960. A principios de los sesenta su vocabulario plástico se mueve bajo la influencia norteamericana del pop art, y hacia 1964 se hace definitiva su ruptura con el arte informal. Su primer impacto público se produjo en 1963, al presentar en la III Bienal de París una serie de efigies de dictadores que provocó las protestas del gobierno español. Ese mismo año, Arroyo preparó una muestra en la galería Biosca de Madrid, que se inauguraría sin su presencia ya que hubo de huir a Francia perseguido por la policía; la exposición fue censurada y cerrada a los pocos días. Sin embargo, la opción figurativa de Arroyo tardó en ser aceptada en París. El pintor rechazaba la devoción incondicional por algunos vanguardistas, como Duchamp o Miró, que consideraba impuesta por modas. Realmente, su interés es desmitificar a los grandes maestros y defender el papel del mercado como protector y termómetro del arte, frente a la red de museos e influencias sufragada con dinero público. En 1974, Arroyo fue expulsado de España por el régimen, y no recuperaría su pasaporte hasta la muerte de Franco. Sin embargo, su despegue crítico en España no fue inmediato, y se demoraría hasta principios de los ochenta. En 1982 se le concedió el Premio Nacional de Artes Plásticas, y se le dedicaron muestras antológicas en la Biblioteca Nacional de Madrid y el Centro Pompidou de París. Actualmente, Arroyo está representado en el Museo Nacional Reina Sofía de Madrid, el Patio Herreriano de Valladolid, el de Bellas Artes de Bilbao, el Hirshhorn Museum and Sculpture Garden de Washington D.C. y el de Arte Moderno de Lille (Francia), entre otros.