MARIO CARREÑO (La Habana, Cuba, 1913 – Santiago de Chile, 1999).
Sin título, 1957.
Gouache sobre cartón duro.
Firmada y fechada.
Adjunta certificado de autenticidad.
Medidas: 50,5 x 60 cm.; 63 x 73 cm.(marco).
Esta magnífica obra de Mario Carreño, firmada en 1957, se inscribe claramente en su etapa constructivista y abstracto-geométrica. Es un ejemplo notable de la etapa más significativa de su carrera, pues en ella se entrecruzan influencias del cubismo, el constructivismo ruso y las estéticas precolombinas o afrocubanas. La composición se estructura como una especie de mosaico o tapiz geométrico, construido a partir de planos rectangulares y cuadrados de colores cálidos predominantes: rojos, amarillos, ocres, naranjas y acentos en negro, blanco y azul celeste.
En el centro, se destacan figuras alargadas en forma de huso o romboides, que pueden evocar tótems, máscaras ceremoniales o figuras humanas estilizadas. Aparecen patrones verticales de líneas paralelas negras sobre fondo claro, que podrían aludir a escalas, peinados rituales o estructuras arquitectónicas. Varios elementos tienen una clara simetría axial, lo que da a la obra un aire de ritualidad estática. Algunas formas evocan relojes de arena, urnas, o símbolos gráficos ancestrales reinterpretados en clave moderna. Los semicírculos invertidos recuerdan a sonrisas o gestos rituales, cargados de una energía ambigua.
Esta obra pertenece al periodo de Carreño en el que se aleja del figurativismo caribeño y se adentra en una abstracción de carácter místico y arquitectónico. Refleja su interés por sintetizar las raíces culturales latinoamericanas con las corrientes de la vanguardia europea y norteamericana.La geometría no es aquí fría ni racionalista, sinó que está cargada de ritmo, vibración cromática y simbolismo.
Carreño fue un pintor cubano-chileno, galardonado con el Premio Nacional de Arte de Chile 1982. Estudió arte en la Academia de San Alejandro de La Habana (1925-1926), donde tuvo como profesor a Antonio Rodríguez Morey, pero después de conflictos con algunos académicos, defraudado, desertó y fue aceptado primero como retocador y luego como ilustrador en el Diario de la Marina. En 1932 viajó a Europa para continuar sus estudios de Artes Gráficas en la Escuela de San Fernando, en Madrid, pero cuatro años más tarde abandonó España debido a la guerra civil española. En 1934, conoció al poeta chileno Pablo Neruda, con el que entabló una gran amistad. De Madrid, Carreño se fue a México, donde entró en contacto con los principales representantes del muralismo: Diego Rivera, José Clemente Orozco, Rufino Tamayo. Pasó un breve periodo en Cuba y en 1937 regresó a Europa, esta vez a París, donde ingresó en la Academia Julien y fue alumno del pintor Jean Souverbie. Dos años más tarde realizó una exposición en la famosa galería Berheim-Jeune, que lo consolidó como artista. Vuelvió a abandonar Europa con el estallido de la segunda guerra mundial y se instaló en Nueva York. Durante la década de los años cuarenta pasó largas estancias en su patria, y en 1942 lo visitó en La Habana el mexicano David Alfaro Siqueiros, con el que realizó un mural. En 1946 se convierte en profesor de pintura de The New School for Social Research, de Nueva York, lo que marcaría el comienzo de una destacada labor docente, que desarrolló en La Habana, donde entre 1951 y 1954 enseñó arte moderno en la Escuela de San Alejandro, y posteriormente en Chile. En esa época empezó también a escribir comentarios de arte en una columna semanal para las revistas Carteles y Noticias de Arte. Carreño viajó por primera vez a Chile en 1948, invitado a exponer en Santiago, en la Sala del Pacífico. Más tarde, en 1956, visitó nuevamente dicho país para dictar cursos sobre la evolución del arte actual en la Universidad de Chile y dos años después llegó a instalarse definitivamente. En 1958, el mismo año de su llegada, dio unos cursillos de arte en la Escuela de Verano de la Universidad Técnica Federico Santa María, de Valparaíso y al siguiente dictó una serie de clases bajo el título de Evolución del arte actual en la Universidad de Concepción. En 1959 fundó también, junto a otros artistas como Nemesio Antúnez, la Escuela de Arte de la Católica, donde ejerció como profesor de los talleres de pintura hasta 1969, cuando fue nombrado subdirector de dicha Escuela. Ese mismo año obtuvo la ciudadanía chilena y al siguiente asumió la cátedra de Historia de la Pintura Contemporánea en Latinoamérica. En esa época, escribió durante un breve tiempo para el diario El Mercurio en reemplazo del crítico Antonio Romera. Mario Carreño dejó de pintar en 1994 después de sufrir varios infartos cerebrales; falleciendo en Santiago cinco años más tarde. Estaba casado desde 1965 con Ida González, que, como su anterior esposa, María Luisa Bermúdez, es una pintora chilena. Su primera mujer, la millonaria cubana María Luisa Gómez-Mena, lo había dejado en 1944 por el poeta español Manuel Altolaguirre. Sus obras se encuentran en una serie de museos del Estados Unidos, América Latina y Europa, así como en importantes colecciones privadas del mundo.