MIGUEL PRADILLA GONZÁLEZ (Roma, 1884 – Madrid, 1965).
“Rioja”.
Óleo sobre lienzo.
Presenta leves desperfectos en el marco.
Firmado y titulado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 57 x 80 cm; 78 x 101 cm (marco).
Hijo de Francisco Pradilla Ortiz, Miguel siguió los pasos de su padre, desarrollando una pintura íntimamente relacionada con lo español, preferentemente costumbrista, marcada por una factura jugosa que cobra una renovada expresividad en el paisaje. Su sistema de trabajo tenía a la naturaleza como centro absoluto y, a diferencia de su padre, Miguel Pradilla pintaba al aire libre, sin terminarlas en el taller. Se trata de un rasgo de influencia claramente impresionista, que le lleva a buscar ante todo la plasmación de la atmósfera, el colorido y la vida de un lugar concreto. En una monografía dedicada a Francisco Pradilla (Zaragoza, 1987) cuentan los autores, Enrique García Rama y Ana García Loranca, que “Al acometer temas similares a los de su padre, copiando incluso algunos de ellos y concluyendo varias de las obras del maestro, a su fallecimiento su producción pictórica ha llevado a la confusión en múltiples ocasiones en cuanto a la paternidad de las mismas. Un artículo de Enrique Pardo Canalis conmemorando el nacimiento de Francisco Pradilla recoge los comentarios de Miguel, respecto a un pequeño incidente entre ambos, comentando la pintura de este último. Parece ser que presentada a Francisco Pradilla una obra por su hijo Miguel, de la que se sentía muy satisfecho, el maestro cogió un pincel grueso y la embadurnó toda. Miguel, desconsolado, sólo se atrevía a balbucear su disconformidad con el hecho. Su padre le replicó: ‘¡Tonto, si estaba muy bien! Lo que pasa es que te estabas envaneciendo demasiado, y así nunca serás un buen pintor’”.
Manuel Pradilla está actualmente representado en el Museo Nacional de Río de Janeiro, así como en diversas colecciones particulares.
En este lienzo Pradilla nos ofrece una imagen cotidiana, protagonizada por una bella muchacha gitana que descansa junto a un campo arado, echando las cartas a sus pies. La joven aparece vestida con coloridas ropas, típicamente españolas, sentada con expresión soñadora con el profundo paisaje como telón de fondo, en cuyo término se adivina el perfil de una ciudad.