EDUARDO ARROYO (Madrid, 1937 - 2018).
Sin título. 1973.
Collage sobre tablex.
Firmado y fechado.
Esta obra es representativa del periodo de madurez de Eduardo Arroyo. Realizada en 1973, durante su exilio en París, la obra condensa las obsesiones temáticas y técnicas del artista.
Arroyo realiza este tipo collage con papel de lija, pare realizar las partes beige de los zapatos. El material le interesaba por su textura física "agresiva" y real, que rompía con la superficie lisa y pulida del Pop Art americano. Los zapatos están formados por planos de color recortados y superpuestos. Es una construcción sintética, casi arquitectónica, donde cada pieza (la puntera, los cordones naranjas, el talón) encaja como un rompecabezas.
En la obra de Arroyo, el zapato es un símbolo recurrente y fundamental: metonimia del exilio. Arroyo vivió exiliado de la España franquista. Para él, el zapato representa al caminante, al fugitivo o al exiliado.
Esparcidas por el fondo marrón, vemos cerillas, algunas apagadas y otras sin usar, junto a una caja abierta. Esto sugiere el paso del tiempo, ansiedad o una espera prolongada. Alguien ha estado ahí, fumando o jugando con las cerillas, y se ha marchado (o se ha quitado los zapatos). La vista cenital aplana la perspectiva y nos convierte en detectives observando pistas en el suelo.
En 1973, Arroyo lideraba este movimiento en París junto a artistas como Aillaud o Recalcati. Buscaban recuperar la pintura figurativa para contar historias con carga política o social, oponiéndose tanto a la abstracción fría como al consumismo banal del Pop Art estadounidense.
Pintor, escultor y grabador, Arroyo destaca como una importante figura dentro del movimiento neofigurativista. Clave de la nueva figuración española, Arroyo cobró protagonismo en el circuito artístico nacional tardíamente, a partir de los años ochenta, tras un alejamiento de dos décadas forzado por el régimen franquista. Actualmente, sus obras cuelgan en los más reputados museos españoles y su creatividad se extiende a las escenografías teatrales y las ediciones ilustradas. Arroyo inicia su carrera dentro del periodismo, finalizando sus estudios en 1957. A continuación marcha a París, huyendo del asfixiante clima político español del momento. Aunque su primera vocación fue la de escritor, tarea que prosigue hasta hoy, ya en 1960 vivía de su labor como pintor. Ese año se presenta por primera vez en el Salón de Pintura Joven de París. Su actitud crítica ante las dictaduras, tanto las políticas como las artísticas, le empujó a iniciativas controvertidas. Optó por la pintura figurativa en unos años de aplastante dominio de la pintura abstracta en París, y sus primeros temas recordaban a la “España negra” (efigies de Felipe II, toreros, bailarinas), trabajados en clave cáustica y nada romántica. A principios de los sesenta su vocabulario plástico se mueve bajo la influencia norteamericana del pop art, y hacia 1964 se hace definitiva su ruptura con el arte informal. Su primer impacto público se produjo en 1963, al presentar en la III Bienal de París una serie de efigies de dictadores que provocó las protestas del gobierno español. Ese mismo año, Arroyo preparó una muestra en la galería Biosca de Madrid, que se inauguraría sin su presencia ya que hubo de huir a Francia perseguido por la policía; la exposición fue censurada y cerrada a los pocos días. Sin embargo, la opción figurativa de Arroyo tardó en ser aceptada en París. El pintor rechazaba la devoción incondicional por algunos vanguardistas, como Duchamp o Miró, que consideraba impuesta por modas. Realmente, su interés es desmitificar a los grandes maestros y defender el papel del mercado como protector y termómetro del arte, frente a la red de museos e influencias sufragada con dinero público. En 1974, Arroyo fue expulsado de España por el régimen, y no recuperaría su pasaporte hasta la muerte de Franco. Sin embargo, su despegue crítico en España no fue inmediato, y se demoraría hasta principios de los ochenta. En 1982 se le concedió el Premio Nacional de Artes Plásticas, y se le dedicaron muestras antológicas en la Biblioteca Nacional de Madrid y el Centro Pompidou de París. Actualmente, Arroyo está representado en el Museo Nacional Reina Sofía de Madrid, el Patio Herreriano de Valladolid, el de Bellas Artes de Bilbao, el Hirshhorn Museum and Sculpture Garden de Washington D.C. y el de Arte Moderno de Lille (Francia), entre otros.
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