CHÉRI CHERIN (República Democrática del Congo,1955-2025).
“Pelikan bleu canon”, 2009.
Acrílico sobre lienzo.
Firmado y fechado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 135 x 2002 cm.
Chéri Cherin (Kinkonda Joseph Kubutuba) fue un destacado pintor congoleño. Su nombre artístico es un acrónimo que alude a la figura de un creador excepcional, notable, incomparable y naturalista. Su obra combina un estilo simbólico cercano a lo naïf con un virtuosismo técnicamente fotográfico, rasgo que potencia la dimensión satírica con la que reflejó la vida urbana del Congo. En sus pinturas se registra la transformación acelerada de Kinshasa, ciudad cuya población creció de manera exponencial durante su vida.
Desde joven afirmó poseer una inclinación natural hacia el arte. Aunque inicialmente fue orientado hacia la vida religiosa, su talento llevó a que ingresara en la Académie des Beaux-Arts de Kinshasa, donde estudió cerámica antes de dedicarse plenamente a la pintura. Tras su formación, abandonó la vía académica y trabajó en la calle, especialmente en el barrio de M’Ndjili, creando rótulos comerciales, anuncios y murales que definieron su lenguaje personal.
Cherin formó parte de la corriente estética vinculada al movimiento de los Sapeurs, caracterizado por su dimensión social y su oposición simbólica al régimen de Mobutu. Esta sensibilidad se insertó en el desarrollo de la “peinture populaire”, un arte deliberadamente antiacadémico cuyo objetivo principal era la comunicación directa con cualquier espectador, independientemente de su nivel educativo.
A partir de los años noventa centró su producción en la pintura sobre lienzo, lo que amplió su reconocimiento internacional. Expuso en ciudades de África, Europa, Asia y el Caribe, y su obra comenzó a abordar temas de política global mediante retratos integrados de figuras históricas como Obama, Mandela o Lumumba. Entre sus motivos más recurrentes destaca la figura del sanador tradicional, convertida en alegoría de las carencias del sistema de salud del país. Obras como Mystique Congolaise (1999) o La lutte pour la survie (2002) muestran cómo Cherin articuló crítica social, imaginario popular y observación aguda de la realidad congoleña, consolidándose como una voz singular dentro del arte contemporáneo africano.
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