SAMUEL MUTZNER (Bucarest, Rumania, 1884 – 1959).
Sin título.
Óleo sobre cartón.
Firmado.
Medidas: 35,5 x 43 cm.
La pintura presenta a una figura femenina sentada en un promontorio rocoso, bañada por la luz cálida del atardecer. Ejecutada con un empaste vigoroso y pincelada suelta, la composición evidencia el interés de Samuel Mützner por la vibración cromática y la captación inmediata del paisaje. La mujer, de torso bronceado y actitud contemplativa, aparece recortada contra el mar, cuyos tonos azulados y turquesas se despliegan en amplias manchas moduladas. Al fondo, una embarcación de velas altas introduce un eje vertical que equilibra el dinamismo oblicuo del cuerpo. La materia pictórica, densa y expresiva, confiere a la escena una cualidad casi táctil, mientras que el contraste entre las tierras cálidas del primer plano y la frescura del horizonte marítimo intensifica la sensación de quietud luminosa. El cuadro funciona como un instante detenido, donde figura y naturaleza se integran en una atmósfera de introspección y serenidad.
Mutzner, hebreo de familia modesta, se formó inicialmente en la Escuela de Bellas Artes de Bucarest, junto a maestros como Eugen Voinescu, Wladimir Hegel o George Demetrescu. Algo más tarde se trasladó a Munich, donde estudió en la Real Academia de Arte. Con solo 19 años viajaría a París, entonces centro de experimentación de la vanguardia artística, y se matriculó en la innovadora Academia Julián, donde se graduó en 1908. En París quedó seducido por la pintura de los impresionistas e incluso se instaló durante un tiempo en Giverny, junto a Claude Monet, para pintar paisajes junto al maestro. Mutzner vivió una vida notablemente nómada, y, así, viajó a Argelia, a Túnez y a Japón, donde permanecería tres años, entre 1912 y 1915. Su “Gran Tour” lo llevaría también hasta Oceanía y América del Sur, donde vivió tres años, fundamentalmente en Venezuela, concretamente en Caracas, revolucionando el panorama artístico local. En 1923 regresó a su Rumania local, donde contraería matrimonio con la también pintora Rodica Maniu. Tal vez a la influencia de su esposa y a su residencia en la pequeña aldea de Oltenia se debe el interés en esta etapa del artista por los temas directamente extraídos de la vida rural rumana. Los campesinos, las aldeas, los campos cultivados llenan en estos años sus lienzos. El pintor y Rodica pintan, en ocasiones, los mismos paisajes, versionándolos desde diversos puntos de vista. A partir de los años 40 el artista se fue retirando poco a poco de la vida pública y artística. Su obra se conserva en importantes museos como el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, el Museo de Arte de Constanza e importantes colecciones privadas europeas.
El estilo de Samuel Mutzner hunde sus raíces en el impresionismo, especialmente en la vertiente lumínica representada por Claude Monet. Su pintura presenta una pincelada ágil y libre, algo deshecha, y una gama cromática donde predominan los tonos cálidos, yuxtapuestos de manera que, en ocasiones, se acerca a las investigaciones de los puntillistas. En la obra realizada a lo largo de su estancia en Japón, como la que ahora presentamos, el artista evoca su cultura milenaria, impregnada de un halo de misterio e intimismo, como sucede en este interior habitado por dos geishas junto a una pecera en la que nada una carpa roja.
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