MARGARET MODLIN (Carolina del Norte, 1927 - Madrid, 1998).
“Elmer Modlin, tu que contemplas la creación”, 1973.
Óleo sobre lienzo.
Firmado con anagrama, fechado y titulado en la zona inferior derecha.
Medidas: 194 x 129 cm; 197 x 132 cm (marco).
En Elmer Modlin, tú que contemplas la creación, Margaret Modlin despliega uno de los universos simbólicos más intensos y personales del arte del siglo XX. La escena, de una belleza inquietante y casi visionaria, sitúa a Elmer Modlin ,esposo, musa y profeta como testigo de un tiempo suspendido entre la revelación y el juicio. La composición, dominada por una gran esfera solar convertida en reloj cósmico, alude al paso inexorable del tiempo, a la conciencia humana frente al destino y a la fragilidad de la creación.
El cuerpo desnudo, idealizado y sereno, recuerda a la tradición clásica, pero se ve atravesado por una carga espiritual profundamente moderna: el gesto de la mano que sostiene un pequeño orbe parece condensar el peso del mundo, mientras la mirada se pierde en una meditación silenciosa. Ángeles, puertas luminosas y referencias temporales refuerzan una narrativa apocalíptica y mesiánica, recurrente en la obra de Modlin, donde el fin de los tiempos no es destrucción, sino revelación.
La vida de Margaret Modlin es inseparable de su pintura. Formada en Bellas Artes en la Universidad de Chapel Hill (Carolina del Norte), conoció en 1947 al actor y poeta Elmer Modlin durante una representación teatral. Juntos construyeron una vida marcada por el arte, el pensamiento crítico y la disidencia. Tras su paso por Hollywood y el nacimiento de su hijo Nelson en 1952, la familia abandonó Estados Unidos en 1972, en parte por la postura crítica de Elmer hacia el gobierno estadounidense tras haber vivido los horrores de la Segunda Guerra Mundial y Nagasaki. Siguiendo el consejo del escritor Henry Miller, llegaron a Madrid en 1975.
En la casa de la calle del Pez, Margaret se recluyó voluntariamente para pintar. Allí, lejos de los circuitos comerciales, creó un corpus artístico profundamente coherente, utilizando a su marido y a su hijo como modelos para escenas de fuerte carga simbólica, marcadas por la espiritualidad, el Apocalipsis y un mensaje mesiánico muy personal. Aunque expuso en ciudades como California, Nueva York, Italia y España —destacando sus muestras en la Galería de Luis en 1972 y en el Círculo de Bellas Artes en 1978, donde fue la primera extranjera invitada, Margaret Modlin no vendió una sola obra en vida. Sin embargo, siempre creyó que su destino era ocupar un lugar en la historia del arte.
Tras su muerte en 1998, y la posterior desaparición de Nelson (2002) y Elmer (2003), las más de 120 pinturas de Modlin quedaron abandonadas en el edificio familiar, descrito por El País como “una casa-museo llena de grietas e iluminada sólo por las pinturas coloridas”. El hallazgo fortuito de fotografías, películas y objetos personales en la calle permitió al fotógrafo Paco Gómez reconstruir su historia, culminando en la publicación del libro Los Modlin (2013), que consolidó el mito de esta familia singular.
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