Guarnición Napoleón III, segundo tercio del siglo XIX.
Bronce dorado y mármol.
Medidas: 62 x 49 x 18 cm; 68 x 25 cm.
Esta suntuosa guarnición del periodo Napoleón III, fechada en el segundo tercio del siglo XIX, constituye un espléndido ejemplo del historicismo ornamental característico del Segundo Imperio francés. Ejecutada en bronce dorado y patinado sobre mármol blanco, la composición se integra por un reloj central y dos candelabros de siete luces, formando un conjunto de fuerte presencia escenográfica, profundamente influenciado por el gusto ecléctico y teatral de la época.
El reloj, ricamente decorado, presenta una escena escultórica que corona la maquinaria: un personaje masculino vestido con una armadura de inspiración renacentista o barroca, probablemente un comandante militar o figura alegórica de la victoria, aparece en actitud triunfante. La figura, minuciosamente modelada, se destaca por el uso contrastante del bronce patinado oscuro y los acentos dorados, que subrayan tanto la riqueza textil de su atuendo como los atributos guerreros que lo rodean —espadas, escudos, estandartes y cañones— todo dispuesto sobre una base rocosa que sugiere dinamismo y poder. Debajo, el cuerpo del reloj combina mármol blanco acanalado con molduras y elementos vegetales en bronce dorado, entre los que destaca una cartela central con instrumentos bélicos, escudos y cornucopias, símbolo de gloria y abundancia.
Los candelabros laterales, de diseño igualmente exuberante, mantienen la coherencia ornamental del conjunto. Cada uno se eleva sobre una base robusta de formas mixtilíneas, ornamentada con motivos militares y vegetales, de la cual surge un fuste decorado con escudos circulares cruzados por lanzas, coronado por un haz de siete brazos curvados que sostienen los porta velas. La alternancia entre bronce oscuro y dorado crea un juego visual de gran riqueza y profundidad, propio del repertorio decorativo del historicismo francés.
Este tipo de guarniciones, concebidas tanto para la exaltación simbólica como para la ostentación estética, encarnan a la perfección el espíritu imperial del Segundo Imperio: un arte que mira al pasado glorioso para afirmar el presente, en el que el virtuosismo técnico y la exuberancia formal se ponen al servicio de una narrativa de poder, elegancia y memoria histórica.