Retablo neogótico. Escuela española, primera mitad del siglo XX.
“Virgen del Carmen con el Niño, Santa Ana y San Francisco de Asís”
Óleo sobre tabla con carpintería dorada y policromada.
El retablo presenta faltas en la policromía y zonas de desgaste visibles en la estructura de madera y el dorado, especialmente en los ángulos superiores y bases. No obstante, mantiene su integridad formal y su presencia escénica, con gran potencial de restauración para su revalorización estética.
Medidas: 237 x 185 cm.
Retablo de inspiración neogótica, realizado en la primera mitad del siglo XX, que sigue fielmente los modelos devocionales y estéticos característicos de la Corona de Aragón del siglo XV, tanto en su estructura arquitectónica como en su programa iconográfico. Esta pieza destaca por la calidad de su ejecución pictórica y carpintería, reflejando una profunda devoción religiosa unida a un alto valor ornamental.
En el cuerpo central se representa a la Virgen del Carmen, coronada y entronizada, sosteniendo en brazos al Niño Jesús, ambos con el escapulario carmelita, símbolo de salvación y devoción mariana. A los lados, bajo dos hornacinas con pináculos dorados y tracerías góticas, se encuentran Santa Ana, madre de la Virgen María, y San Francisco de Asís, reconocible por su hábito franciscano y los estigmas. Ambos santos remiten a la tradición cristiana de piedad, enseñanza y vida ejemplar.
El conjunto está rematado por una arquitectura neogótica profusamente trabajada en madera dorada, con tracería calada, doseletes y filacterias con inscripciones latinas, todo ello muy propio del historicismo religioso de principios del siglo XX, cuando hubo una revalorización del arte sacro medieval, especialmente en contextos ligados a órdenes religiosas o instituciones eclesiásticas.
Durante el primer tercio del siglo XX, en pleno auge del historicismo artístico y del neogótico religioso, se produjeron retablos destinados a parroquias, conventos y capillas privadas. Inspirados en modelos bajomedievales, como los desarrollados en el antiguo Reino de Aragón, estas obras no solo emulaban la estética del pasado, sino que también buscaban recuperar la espiritualidad visual de los siglos dorados del arte cristiano. Este retablo se enmarca plenamente en esa corriente, con una estética rigurosa y una ejecución pictórica minuciosa.