Tapiz de Beauvais, finales del s. XVII o principios del XVIII. Época Luis XIV.

Tapiz de Beauvais, finales del siglo XVII o principios del XVIII. Época Luis XIV.
"Céfalo y Procris".
En lana y seda de la Manufactura Real de Beauvais.
El cartón de este tapiz es de FLORENTIN DAMOISELET (1644-1690), pintor oficial del rey Luis XIV.
Este tapiz procede del conjunto de cuatro tapices de la historia de Céfalo y Procris, cuyo inventario de Jules Badin destaca en el estado de los tapices almacenados en Beauvais el 15 de octubre de 1732: «Un tapiz de Céfalo y Procris, en cuatro piezas, de 15 yardas y 3/8 de curso por 2 yardas de alto por 6000 libras».
Obra relacionada: - Colección del mobiliario nacional: "La muerte de Procris" o "Céfalo llora la muerte de Procris" con el número de inventario: GMTT-1287-004.
Bibliografía: "La manufacturer de Tapisseries de Beauvais depuis ses origines jusqu'à nos jours por Jules Badin", páginas 23 y 20.
Medidas: 293 x 308 cm.

Este suntuoso tapiz, tejido en los telares de la célebre Manufactura Real de Beauvais durante el apogeo del reinado de Luis XIV, constituye una de las piezas más refinadas de la serie dedicada al mito trágico de Céfalo y Procris, relato tomado de las Metamorfosis de Ovidio. El cartón que sirvió de modelo fue obra de Florentin Damoiselet, uno de los artistas de confianza del monarca, quien trabajó especialmente para el palacio de Versalles y Marly bajo la dirección de Lebrun.

De imponentes dimensiones, la escena está ambientada en un frondoso paraje boscoso, donde la naturaleza se convierte en el silencioso testigo de una tragedia amorosa. En el primer plano, el eolio Céfalo, arrodillado en actitud tensa, empuña su jabalina mágica con firmeza pero sin ser consciente del blanco que tiene ante sí: su amada esposa, Procris, oculta entre la maleza. El instante representado es aquel en el que el destino se cumple, congelado justo antes del desenlace fatal. La composición capta con maestría el clímax emocional del drama: la confusión, el malentendido y la inminencia del lamento.

El trabajo de los tejedores se manifiesta en una prodigiosa riqueza cromática y en el tratamiento minucioso de los detalles: las texturas de los ropajes (la capa roja de Céfalo ribeteada de bordados en hilo de oro, destacando sobre el fondo de follaje, los reflejos de seda de las sandalias, etc.), la tersura de la piel de ambos personajes, la luz que se filtra entre el follaje y la rica gama de verdes que describe la vegetación. Todo está ejecutado con el refinamiento propio de las grandes obras concebidas para la corte de Versalles.

El borde del tapiz es un testimonio del estilo decorativo a la Berain, con un encuadre fastuoso que incluye cartelas simétricas, cueros recortados y motivos de conchas, rocallas y elementos de grutescos, reforzando el carácter ornamental y majestuoso de la pieza. Esta orla encuadra la escena central como si se tratara de una pintura dentro de un marco arquitectónico, resaltando el carácter narrativo y ceremonial de la obra.

Florentin Damoiselet fue un pintor oficial del rey Luis XIV. Fue él quien, en colaboración con Claude Huilliot, realizó los cuadros que adornan el primer piso del pabellón central del castillo de Marly, situados sobre las puertas.

Este tapiz forma parte de un conjunto de cuatro piezas mencionadas en el inventario de la manufactura de Beauvais fechado el 15 de octubre de 1732.

La Manufactura de tapices de Beauvais, fundada en 1664 bajo la protección de Luis XIV, fue la segunda en importancia tras los Gobelinos. A diferencia de estos, cuya producción se destinaba exclusivamente a la corte real y a fines diplomáticos, Beauvais operó como una empresa privada, aunque bajo auspicio real, lo que le permitió una notable libertad artística y comercial. Especializada en tapices de baja urdimbre, Beauvais alcanzó fama con escenas decorativas y narrativas adaptadas a las modas del momento. Bajo la dirección de Philippe Behagle a partir de 1684, la manufactura consolidó su prestigio con series como Las conquistas del Rey y los célebres Grotescos inspirados en los diseños de Jean Bérain y los arabescos de Monnoyer, donde lo fantástico, lo arquitectónico y lo ornamental se fusionaban con una exuberancia propia del barroco francés.

Durante el siglo XVIII, con la llegada del pintor Jean-Baptiste Oudry en 1726, Beauvais vivió su gran época dorada. Oudry reformó la enseñanza de los dibujantes y amplió el repertorio con series como Los placeres del campo, La comedia de Molière, y renovadas interpretaciones de Las Metamorfosis de Ovidio. Gracias a sus vínculos con otros artistas, como François Boucher, surgieron colecciones legendarias como las Fiestas italianas, las Pastorales nobles o las Chinoiseries, que definieron el estilo rococó en el arte textil.