Escuela española, siglos XVII-XVIII.

Escuela española, siglos XVII-XVIII.
"Inmaculada Concepción".
Talla en madera estofada y policromada.
Corona de plata.
Medidas: 58 cm. (altura Virgen); 96 cm. (altura total del conjunto).

Talla devocional de gran calidad, representando a la Virgen en su advocación de Inmaculada. Trabajada en bulto redondo, aparece envuelta en una túnica y manto que se agitan con logrado dinamismo, imprimiendo en torno al cuerpo drapeados naturalistas de suma plasticidad. Su cabello ondulado participa del atractivo movimiento compositivo, plenamente barroco. Posa sus pies sobre un pedestal formado por una nube por la que asoman cabezas de serafines y una luna creciente, símbolo de pureza y castidad, cualidades asociadas con la Virgen María. Flexiona ligeramente su pierna izquierda y entrelaza los dedos de ambas manos como si se dispusiera a unirlas en oración pero manteniéndose en este gesto espontáneo, con lo que se evita la rigidez del ademán de piedad. La talla, el estofado y los dorados dotan al rostro de blandas calidades y a las prendas de texturas suntuosas y táctiles, que denotan una inusual destreza del tallista. La corona flamígera es de plata.

Se trata de una imagen anclada los modelos tardo-barrocos, lo que se aprecia en los plegados de las telas, amplios y claroscuristas, trabajados con mucho relieve, así como en la sensualidad táctil del conjunto. El escultor se ha esmerado asimismo en reflejar la expresión de mística serenidad del bello rostro de María,La Virgen Inmaculada se asimila a la novia del “Cantar de los Cantares”, y a ella se asocian diversos símbolos popularizados por las “Letanías de la Virgen de Loreto” (cuya forma actual data de 1576). Es el arte barroco del siglo XVII el que crea el tipo definitivo de la Inmaculada Concepción de hecho esta escultura sigue los modelos estéticos de esta centuria. Libre de todos los símbolos de las Letanías con que la habían sobrecargado los teólogos, rodeada sólo por ángeles, ella flota en una mandorla sobre un creciente de luna. A veces, para recordar su victoria sobre el pecado original, sus pies, que se apoyan sobre el globo, aplastan la cabeza de la serpiente tentadora.