Jan Van Goyen
“En el camino”, 1651.
Óleo sobre tabla.
Obra reproducida en el catálogo razonado BECK, Hans- Ulrich., “Jan van Goyen 1596 - 1656. Ein Oeuvreverzeichnis”. Tomo II. Van Gendt & Co, Amsterdam, p. 507. Fig. 1161.
Presenta etiquetas y sello de lacre al dorso.
Firmado con monograma V.G y fechado en la zona inferior derecha.
Medidas: 24 x 33,5 cm; 42 x 51,5 cm (marco).
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HISTORIAL DE PUJAS
DESCRIPCIÓN
JAN VAN GOYEN (Leiden 1596 – La Haya, 1656),
“En el camino”, 1651.
Óleo sobre tabla.
Obra reproducida en el catálogo razonado BECK, Hans- Ulrich., “Jan van Goyen 1596 - 1656. Ein Oeuvreverzeichnis”. Tomo II. Van Gendt & Co, Amsterdam, p. 507. Fig. 1161.
Presenta etiquetas y sello de lacre al dorso.
Firmado con monograma V.G y fechado en la zona inferior derecha.
Medidas: 24 x 33,5 cm; 42 x 51,5 cm (marco).
Jan van Goyen, uno de los grandes observadores de la vida cotidiana del siglo XVII, nos legó escenas que, bajo una aparente sencillez, condensan una aguda mirada sobre la existencia humana y el paisaje. En esta composición, asistimos a un pasaje en movimiento: dos campesinas avanzan con sus jarras y provisiones, acompañadas por un perro que corre a su lado, mientras se cruzan con tres hombres que guían un carro cargado de heno, arrastrado por dos caballos robustos. A lo lejos, otros personajes se pierden en el horizonte, subrayando la idea de tránsito y continuidad.
La sobriedad de la composición se sostiene en un juego rítmico de luces y sombras, de gamas monocromáticas, y en una diagonal descendente que articula el conjunto. El cielo, verdadero protagonista, ocupa casi tres cuartas partes del lienzo, surcado por nubes móviles que evocan la atmósfera húmeda y cambiante de los Países Bajos. Una luz dorada y templada envuelve la escena, confiriéndole unidad y serenidad. Estos rasgos, repetidos con variaciones en su obra, son señas de identidad de su estilo.
Junto con Salomon van Ruysdael y Pieter Molijn, Van Goyen fue decisivo en la renovación del paisaje neerlandés. A partir de la segunda década del siglo XVII, estos artistas abandonaron la preferencia por lo pintoresco, lo decorativo y los contrastes teatrales de la tradición manierista, para cultivar un naturalismo más moderno. En su propuesta plástica, el color se atenúa, la luz gana protagonismo y el horizonte abierto se convierte en un eje esencial. Como señaló Jacques Foucart, conservador del Museo del Louvre, Van Goyen desarrolla una fórmula inédita: ceder tres cuartas partes de la superficie del cuadro a lo intangible, al cielo, que con sus nubes y veladuras establece el tono poético del conjunto.
Formado en Haarlem bajo la tutela de Esaias van de Velde, cuya influencia inicial resulta innegable, Van Goyen se estableció primero en Leiden y después en La Haya, donde fundó un taller frecuentado por pintores de la talla de Van der Kabel, Saftleven, Berchem y Jan Steen. Gozó de gran prestigio en vida: en 1631, recién llegado a La Haya, ingresó en el gremio de San Lucas y en 1640 alcanzó el cargo de decano. Viajó a Francia hacia 1615, y también recorrió Flandes y Alemania, ampliando así su bagaje visual.
Sus primeras obras, cercanas aún a Esaias van de Velde y a Avercamp, se inscriben en el costumbrismo y muestran una inclinación manierista: escenas de patinaje y de vida popular minuciosamente descritas, con arquitectura detallada y factura miniaturista. Sin embargo, hacia 1626-1628 inicia una transición: abandona los pequeños formatos circulares y los excesos anecdóticos, y se aproxima a composiciones más unificadas mediante diagonales amplias, como se aprecia en El pueblo (1626, Lakenhal, Leiden). Aunque todavía cargada de detalles, en esta obra las figuras comienzan a perder su carácter narrativo para integrarse en el conjunto paisajístico.
Artista prolífico, dejó una producción vastísima: más de mil pinturas y alrededor de ochocientos dibujos. Su obra, hoy repartida en museos de toda Europa, puede admirarse en instituciones de primer orden como el Rijksmuseum de Ámsterdam, el Louvre en París, la Gemäldegalerie de Berlín, el Mauritshuis de La Haya o el Hermitage de San Petersburgo, así como en colecciones de Zúrich, Viena, Bruselas, Dresde, Salzburgo, Burdeos, Lille, Ruan, Toulouse, Quimper, Bernay e incluso Argel.
Con su visión del paisaje como espacio de atmósfera y movimiento, Jan van Goyen sentó las bases de una sensibilidad pictórica que acompañaría la plenitud del Siglo de Oro neerlandés, ofreciendo al espectador no solo escenas de la vida común, sino también la experiencia estética de lo inasible: el cielo, la luz y el paso del tiempo.
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