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Escuela italiana; Después de Antonio Canova, s. XIX.

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Escuela italiana; Después de ANTONIO CANOVA (Italia, 1757 - 1822), siglo XIX.
“Venus itálica”.
Mármol.
Medidas: 65 cm (altura).

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HISTORIAL DE PUJAS

DESCRIPCIÓN

Escuela italiana; Después de ANTONIO CANOVA (Italia, 1757 - 1822), siglo XIX.
“Venus itálica”.
Mármol.
Medidas: 65 cm (altura).
Busto en mármol de la Venus Itálica, realizado según una de las cuatro versiones de la Venere Italica esculpidas por Antonio Canova entre 1804 y 1822. Antonio Canova concibió la Venere Italica en el contexto de un movimiento artístico italiano destinado a reemplazar la Venus de Médici de la Galería de los Uffizi, tras su traslado a Palermo para protegerla del saqueo de las tropas napoleónicas. Sin embargo, tras presiones diplomáticas ejercidas por Talleyrand, la escultura fue finalmente enviada a París para ser incorporada al Musée Napoléon (actual Museo del Louvre), donde se expuso ya en 1803.
El propio Napoleón Bonaparte había manifestado su interés por la Venus de Médici durante las primeras campañas de Italia. En una carta dirigida al Directorio francés, en julio de 1796, escribió: «He visto en Florencia la famosa Venus que falta en nuestro museo...». Desde aquella visita, Tommaso Puccini, director de los Uffizi y guía personal de Bonaparte en el museo, comprendió el peligro que corría la célebre escultura. En consecuencia, hizo trasladar la Venus de Médici a Palermo en 1800, junto con otras obras maestras de la colección, para preservarlas del expolio republicano. No obstante, Puccini era consciente de que la obra seguía amenazada, como lo demostraba el traslado del Apolo del Belvedere a París, por lo que consideró necesario encargar una nueva Venus, moderna y digna del original, a Antonio Canova, el escultor más eminente de su tiempo.
Durante una visita de Canova a Florencia en 1802, Puccini le solicitó una reinterpretación de la Venus de Médici, no como mera copia de la estatua entonces conocida, alterada por numerosas restauraciones modernas criticadas en el siglo XVIII, sino como una versión ideal, imaginada según el espíritu de la escultura antigua o, al menos, corregida por la sensibilidad del propio Canova.
El escultor, inicialmente reticente, aceptó el encargo y acabó concibiendo no solo una Venus inspirada en el modelo antiguo, sino una creación completamente nueva, impregnada de su propio ideal de belleza. Así, el propósito de reproducir la Venus de Médici derivó paulatinamente en el deseo de crear una nueva visión de Venus, más acorde con la estética neoclásica y con su búsqueda de perfección formal. La dificultad residía, además, en satisfacer tanto a los admiradores acostumbrados a la restauración del original como a los eruditos que denunciaban las deficiencias de dichas intervenciones.
De este proceso creativo surgieron cuatro versiones principales de la Venere Italica: La Venere di Monaco (Residenz de Múnich), completada para Luis I de Baviera en 1810. La Venere Italica propiamente dicha, concluida en 1811 para los Uffizi, trasladada luego al Palazzo Pitti tras el retorno de la Venus de Médici en 1815. Una versión encargada por Lucien Bonaparte, hermano de Napoleón, realizada entre 1811 y 1814 y actualmente desaparecida y finalmente, La Venus Hope, concluida en 1820 para Thomas Hope y conservada desde 1959 en la City Art Gallery de Leeds.
Cabe señalar la estrecha afinidad entre el rostro de la Venus Itálica y el célebre retrato de Paulina Borghese como Venus Victoriosa, también de Canova. Aunque es casi seguro que Paulina posó personalmente para el cuerpo de aquella escultura, el tratamiento facial parece inspirado en el modelo que el escultor desarrolló para las distintas versiones de la Venus Itálica.
Los matices en la modelación del rostro y del cabello, en particular el número y disposición de los rizos sobre la frente, permiten atribuir el presente busto a la versión conservada en el Palazzo Pitti, y no a las variantes de Múnich, Leeds o al busto del Hermitage, este último erróneamente vinculado a Canova a fines del siglo XX.
Pese a presentar leves deterioros en el mármol, la obra conserva la delicadeza técnica característica del maestro, cuya capacidad para conferir al mármol una apariencia de carne viva y luminosa continúa siendo uno de los logros más sublimes del neoclasicismo escultórico europeo.

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