Atribuido a Cornelio Schut

Atribuido a CORNELIO SCHUT (Amberes, 1629 - Sevilla, 1685).
“Inmaculada Concepción”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Presenta degaste, restauraciones y faltas.
Medidas: 168 x 105 cm; 172 x 108 cm (marco).

El tema de la Inmaculada Concepción, muy frecuente en el arte español del siglo XVII, llegó a constituir una de las señas de identidad nacionales de España como país católico. Se trata de uno de los temas más genuinamente locales de la pintura española barroca, dado que nuestro país fue el principal defensor de este misterio, y aquel que luchó con mayor insistencia para convertirlo en dogma de fe. En este contexto, numerosos artistas e intelectuales trabajaron para construir una iconografía clara que ayudara a la difusión de la Inmaculada, reuniendo simbología y fervor popular. La imagen de esta inmaculada en concreto deriva claramente en su composición de la Inmaculada de los Venerables realizada por Murillo, aunque no se trata de una copia exacta sino que presenta aportaciones personales en la disposición de la túnica blanca y el manto azul. Sin embargo a la hora de plasmar los numerosos ángeles que rodean a María, Schut se inclinó hacia expresiones y modelos más cercanas a Valdés. Puede sugerirse que esta obra se realizó en torno a 1680 ya que los rostros tanto de la inmaculada como de los ángeles que le rodean se encuentran cercanos estéticamente a la representación que realizó. Schut de Santa Teresa de Jesús.
Debido a sus características estilísticas esta obra puede inscribirse dentro de la escuela sevillana de finales del siglo XVII, concretamente en relación al estilo de Cornelio Schut, pintor de origen flamenco que se estableció en Sevilla en torno a 1645. En el estilo de dicho artista se pueden observar rasgos estilísticos propios de la escuela flamenca heredados de su tierra natal y de las enseñanzas que recibió de su padre, quien también era pintor y de otras corrientes artísticas como la pintura de Murillo y la Valdés Leal. Antonio Palomino destacó sus dotes como retratista y dibujante, a las que se habría debido su elección como presidente de la Academia, y los dibujos que de su mano se han conservado muestran en efecto una soltura y viveza de trazo cercana a la de Murillo, a quien en ocasiones han sido atribuidos. Entre sus clientes se contó el cabildo de la catedral de Sevilla, que le encomendó las efigies del venerable Contreras y de sor Francisca Dorotea con destino a los grabados que de ellos se hicieron en pleno proceso de canonización impulsado por el cabildo, además del Retrato de Don Antonio Paíno, fallecido en 1669, con destino a la galería de los arzobispos sevillanos de la Biblioteca Colombina.