Escuela toscana; segundo tercio del s. XVI.

Escuela toscana; segundo tercio del siglo XVI.
“Sagrada familia”.
Óleo sobre tabla.
Presenta faltas y restauraciones.
Posee sello dorso.
Medidas: 75 x 59,5 cm; 93 x 79 cm (marco).
Este óleo sobre tabla, atribuible a la Escuela toscana y fechado en el segundo tercio del siglo XVI, representa una escena íntima y profundamente simbólica de la Sagrada Familia, en la que también figura el pequeño San Juan Bautista. Se trata de una composición de notable riqueza formal y contenido devocional, inscrita en la gran tradición pictórica del Renacimiento italiano, en la que la monumentalidad de las figuras, la serenidad compositiva y la profundidad psicológica convergen en un discurso visual de gran elocuencia-
En el centro de la obra, la Virgen María aparece sentada, robusta y serena, sosteniendo al Niño Jesús, que se vuelve hacia su primo San Juan en un gesto de afectuosa cercanía. Esta interacción entre los dos infantes, uno divino, el otro profético, constituye un motivo iconográfico recurrente en el arte renacentista, aludiendo a la prefiguración de la misión redentora de Cristo.
Las figuras poseen un peso escultórico que remite a la herencia miguelangelesca, tan influyente en el ámbito toscano de la época. Los cuerpos, sólidos y armónicos, están dispuestos con un equilibrio que denota un conocimiento profundo de la anatomía y del espacio, mientras que los rostros, delicadamente modelados, transmiten una expresión contenida. El tratamiento del color acentúa la volumetría de las figuras y crea una atmósfera de suave solemnidad, en la que la luz modela las formas.

La Escuela toscana del siglo XVI, heredera directa de los grandes maestros del Quattrocento como Masaccio y Fra Angelico, y contemporánea de figuras tan determinantes como Andrea del Sarto, Pontormo o Rosso Fiorentino, ocupa un lugar central en la evolución del arte occidental. Su importancia radica no sólo en su refinada técnica pictórica y su dominio del dibujo —fundamento del arte renacentista—, sino también en su capacidad para articular un lenguaje visual profundamente humanista, en el que lo sagrado se representa con una inmediatez emocional inédita hasta entonces. Esta obra encarna precisamente ese espíritu: una religiosidad serena, meditada, que se manifiesta a través de la belleza idealizada del cuerpo humano y de una composición concebida con sabiduría intelectual.