Adrien Frans Boudewyns y Pieter Bout

ADRIEN FRANS BOUDEWYNS (Bruselas,1644-1711) y PIETER BOUT (Bruselas, ca. 1658-1719).
“Paisaje con un pueblo en Italia y una escena de mercado”.
Óleo sobre lienzo.
Procedencia: Venta en Londres, Christie’s, 21 de octubre de 1994, n.º 136; Venta en París, Drouot Montaigne, estudio Kohn, 12 de junio de 1996, n.º 27.
Medidas: 33 x 42 cm.

Esta obra constituye un ejemplo de la colaboración artística entre Adrien Frans Boudewyns (Bruselas, 1644–1711) y Pieter Bout (Bruselas, ca. 1658–1719), dos maestros flamencos que, como era común en la época, solían unir talentos complementarios para enriquecer sus composiciones. Esta práctica colaborativa, muy extendida en los Países Bajos durante los siglos XVII y XVIII, permitía a pintores especializados en diferentes géneros ,por ejemplo, el paisaje y la figura humana, trabajar de forma conjunta en un mismo lienzo, logrando una armonía visual que trascendía la destreza individual.
En esta obra se percibe con claridad la mano de Boudewyns en la articulación del paisaje, ejecutado con una minuciosidad que remite tanto al ideal clásico como a la sensibilidad flamenca por la atmósfera y el detalle naturalista. Las arquitecturas italianizantes, las amplias masas arbóreas y el cielo dinámico, animado por nubes en movimiento y aves en vuelo, remiten a la influencia del paisajismo romano del círculo de Gaspard Dughet y Claude Lorrain, cuyos ecos eran muy apreciados en Flandes en ese momento. La disposición de los elementos construidos, con torres, techumbres de tejas rojizas y estructuras de inspiración renacentista, subraya el interés por la evocación de una Italia idealizada, típica del paisaje clasicista.
Pieter Bout, por su parte, aporta con soltura la animación de la escena mediante un conjunto de figuras humanas cuidadosamente dispuestas a lo largo de la composición. En el primer plano observamos una animada escena de mercado, con comerciantes, compradores, animales de carga y niños que otorgan vitalidad a la escena. Las figuras, aunque pequeñas en escala, están modeladas con precisión y expresividad, y presentan una variedad de actitudes que contribuyen a la narrativa visual de la pintura. Su vestimenta y actitudes denotan un interés por captar la vida cotidiana, una tendencia muy característica del barroco flamenco que combina lo pintoresco con lo realista.
La escena, aunque ambientada en una Italia imaginada, no responde a una topografía concreta, sino más bien a una construcción ideal donde la luz dorada, el cielo en mutación y la interacción humana configuran un espacio armónico y evocador.