Eduardo Zamacois

EDUARDO ZAMACOIS Y ZABALA (Bilbao, 1842 – Madrid, 1871).
"La visita inoportuna", ca.1866.
Óleo sobre tabla.
Existe una versión con ligeras variantes en el Museo de Bellas Artes de Bilbao.
Medidas: 22,2 x 26,1 cm.; 39 x 43 cm. (marco).

Esta deliciosa escena de género, impregnada de fino humor y pericia técnica, es una obra representativa del talento narrativo de Eduardo Zamacois. "La visita inoportuna" nos introduce en un estudio de pintor, concebido como un pequeño escenario teatral donde se representa el momento en que la intimidad entre el pintor y su modelo se ve interrumpida. La joven modelo, completamente desnuda, sensada sobre un pedestal cubierto por una tela drapeada, se gira con nerviosismo y pudor, intentando cubrirse apresuradamente con una sábana ante la entrada inesperada de un párroco. El pintor, pinceles y paleta en mano, adopta una pose de incomodidad cómplice mientras intenta contener la entrada del anciano, que asoma por la puerta con gesto sorprendido. Del conjunto emana un diálogo visual cargado de tensión narrativa y contenido cómico. La escena está exquisitamente ambientada: las paredes paneladas de madera, los cuadros colgados y apoyados, los dibujos dispersos por el suelo y el biombo que apenas oculta la desnudez de la modelo evocan con verismo entrañable el mundo del artista decimonónico.

Zamacois despliega en esta tabla una técnica meticulosa, casi miniaturista, heredera de la pintura de historia francesa y del detallismo holandés. La riqueza de texturas (la frialdad de la madera, la suavidad del paño, la tersura de la piel) y el cuidado en la representación del mobiliario revelan un extraordinario dominio de los efectos matéricos y lumínicos. La luz, dirigida con inteligencia teatral, incide sobre el cuerpo de la modelo, acentuando su vulnerabilidad y otorgando a la escena un contrapunto de sensualidad contenida.

Pintor enmarcado dentro del costumbrismo romántico, Eduardo Zamacois mostró desde muy joven su inclinación por la pintura, iniciando su formación en su Bilbao natal con los profesores Joaquín Balaca y Cosme Duñabeitia. Al poco tiempo se trasladó con su familia a Madrid, y finalmente ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en 1856. Allí sería discípulo de Federico de Madrazo. Bajo su tutela se dedicó a hacer copias en el Museo del Prado, especialmente de Velázquez, Ribera y Murillo, desarrollando así su destreza en el dibujo y en el color. En 1860 marcha a París por consejo de su maestro, quien le tuvo entre sus discípulos predilectos, y le recomendó continuar su formación con Ernest Meissonier, uno de los más famosos pintores de género de la época. En su estudio, Zamacois depuró su técnica basada en la minuciosidad preciosista, tan admirada en aquella época. En paralelo, cursó estudios en las Escuelas Imperial y Especial de Dibujo. Su estancia en la ciudad del Sena le pondría en contacto con intelectuales como Cabanel, Bonnat o Alejandro Dumas, así como con marchantes como Retlinger, quien le ofreció un contrato. Por esta época la Diputación vizcaína le concedió una beca para sus estudios, lo que le permitió dedicarse con tranquilidad a su trabajo y a la riqueza cultural que la vida parisina ofrecía. En este sentido, fue cliente habitual del Café Moulouse, donde compartía tertulia con José Laguna, Eduardo León Escura o Jean Vibert, entre otros. Asiduo expositor de los Salones oficiales de París, en 1867 es distinguido con la primera medalla. Al año siguiente lo encontramos en Roma instalado en el estudio de Fortuny, quien en esos momentos se encontraba en Madrid. Por estas fechas firmará un ventajoso contrato con el destacado marchante Adolphe Goupil, quien le abrió las puertas a importantes compradores como Matilde Bonaparte, los príncipes Metternich o el escritor Charles Dickens. Un año más tarde Fortuny se traslada a París y Zamacois le introduce en la vida cultural de la ciudad presentándole a Meissonier y al círculo de pintores de Vibert. Por estos años Zamacois participó en diversas ediciones de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, donde recibió mención honorífica de tercera clase en 1860 y tercera medalla en 1862, 1864 y 1867. Su fama fue creciendo, hasta que en 1870 obtiene la medalla de oro en el Salón de París y es condecorado con la Legión de Honor. Poco después, a consecuencia de la guerra entre Francia y Prusia, regresa a Madrid. Allí fallece al poco tiempo, a la temprana edad de veintinueve años. Se conserva obra suya en el Museo del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza, el Museo Municipal de Málaga, el Museo de Bellas Artes de Bilbao, el Museo de Bellas Artes de Boston, y el Clark Art Institute de Williamstown (Massachusetts), entre muchos otros.