Crucifijo relicario flamenco del s. XVII

Crucifijo relicario flamenco del siglo XVII.
En madera ebonizada y plata.
Con contrastes y leyendas inscritas.
Medidas: 93 x 34 x 17 cm.

Este imponente crucifijo relicario es una obra excepcional de la orfebrería flamenca del siglo XVII, período de esplendor artístico en los Países Bajos. De notables dimensiones, la pieza combina una estética solemne con una opulenta decoración, reflejando la piedad y la riqueza características del arte barroco de la Contrarreforma.

La estructura de madera ebonizada contrasta visualmente con las intrincadas aplicaciones de plata punzonada, a modo de tracerías, que resaltan y otorgan a la pieza un carácter lujoso y sagrado. La obra se compone de dos elementos principales: la cruz con el Cristo y una elaborada peana que funciona como relicario.

La cruz, de diseño estilizado, está completamente recubierta por una fina lámina de plata trabajada con motivos vegetales y geométricos, una decoración menuda y detallista. La figura de Cristo crucificado, también en plata, presenta una anatomía modelada con gran naturalismo y dramatismo barroco, visible en la tensión de los músculos y la expresión de sereno sufrimiento. Sobre su cabeza se encuentra la tradicional cartela con la inscripción "INRI" y, por detrás, un sol radiante o resplandor dorado, símbolo de su divinidad.

En el cuerpo central, destaca una placa de plata repujada de gran calidad que narra una escena con múltiples figuras, posiblemente un pasaje hagiográfico, demostrando la maestría del platero. La base está flanqueada por volutas, pináculos y otros ornamentos de plata que le confieren movimiento y suntuosidad. La decoración se extiende hasta los pies de la pieza, que también están finamente trabajados.

La pieza fue diseñada para albergar y proteger reliquias de santos, convirtiéndola no solo en un lujoso centro de veneración.

Realizado en Flandes durante el siglo XVII, este crucifijo es un claro exponente del arte al servicio de la fe católica tras el Concilio de Trento. Estas piezas eran encargadas por la Iglesia o por familias adineradas para capillas privadas, demostrando tanto su devoción como su estatus social. Probablemente fue facturado en Amberes o Bruselas, centros artísticos de renombre en el ámbito de la ebanistería y la orfebrería.