DESCRIPCIÓN
Escuela sevillana; principios del siglo XVIII.
“Purísima Concepción”.
Madera tallada y policromada. Ojos de pasta vítrea.
Presenta restauraciones.
Medidas: 64 x 32 x 34 cm.
La talla muestra a María vestida de dorado, azul y rojo, con una de sus las manos en el pecho y la otra extendida, mientras apoya sus pies sobre una nube adoronada, como es habitual, con cabezas de querubines . El movimiento del manto de la virgen refleja los patrones propios de la estética del siglo XVIII y la maestría del autor, el cual consigue un movimiento y una gran fluidez en la talla de la pieza. Estilísticamente, resulta clara la relación de la presente obra con la escuela sevillana ya que en ella se puede apreciar un gran movimiento y dinamismo que se establece diagonalmente en torno al cuerpo de la Virgen.
Dentro de este panorama, es evidente el papel de primer orden que desempeña la escuela andaluza de escultura durante el período desarrollaron se escultura una serie de maestros de indiscutible valía que supieron aunar en sus obras la extraordinaria calidad técnica y la profundidad religiosa, acordes con el ambiente de su época, plenamente conectado con los gustos de la clientela, más interesada por la obra de temática religiosa que por los encargos de carácter profano, marcando así una diferencia sustancial con respecto a la producción de otros países de Europa. Otro aspecto diferenciador, aunque común con otros núcleos nacionales, lo constituye el material con que están hechas las obras; la escultura andaluza está realizada en madera policromada, labor de importancia capital, pues de ella depende en gran parte el resultado final de la obra. El proceso debía ser realizado por maestros examinados, pudiendo darse la circunstancia de que el propio escultor fuese también el pintor. Por otro lado, cabe destacar también el desarrollo económico y la pujanza que experimenta Sevilla a partir del Descubrimiento, al haberse convertido en puerta y puerto de las Indias, se verá reflejado rápidamente en el arte; desde las primeras décadas del siglo comienzan a acudir constantemente a la ciudad maestros de distinta procedencia que buscan el mercado americano y la potencial clientela sevillana, cada vez más atraída por las nuevas formas artísticas que llegan de Italia. Maestros italianos, franceses y flamencos, conocedores en distinto grado de la nueva estética, alternan con artistas llegados de tierras castellanas, que también han entrado en contacto con las corrientes artísticas imperantes en la península italiana, convirtiéndose así en los más cotizados del mercado artístico. Las enseñanzas de todos ellos, unidas al sustrato clásico inherente a la propia cultura andaluza, van a constituir los cimientos sobre los que se levantará la escuela escultórica andaluza.