DESCRIPCIÓN
EDUARDO ARROYO (Madrid, 1937-2018).
“Ramoneur”, 1982.
Bronce patinado y madera. Ejemplar 1/6.
Presenta etiquetas en la base del Centre Georges Pompidou (París) y de Bernard Hutton Galleries (Nueva York).
Posee el nombre de la fundición “Magisa”.
Firmado, fechado y numerado.
Medidas: 44,5 x 25 x 27 cm; 4 x 25 x 25 cm (base).
La traducción de Ramoneur al español significa deshollinador, un concepto que interesó a Arroyo durante toda su carrera ya que recurrió a él en numerosas ocasiones. Explorando así la figura del deshollinador desde diversas técnicas artísticas y materiales. En este caso concreto se trata de un busto realizado en bronce cuya estética es completamente contemporánea. El autor abandona la idea de busto tradicional en el que se parte de los hombros y opta por finalizar la escultura en el cuello. Nos presenta a un protagonista ataviado con sombrero de copa y con un rostro que se fundamenta en la geometría, utilizando para su composición distintos planos y formas superpuestas en sintonía con una estética postcubista. Sin embargo, el modo de en el que modela el cuello queda definido por formas más orgánicas, fluidas y expresivas que revelan la cualidad táctil del escultor. Uno de los rasgos comunes en las representaciones de los “Ramoneurs” de Arroyo es que poseen un cierto sentido caricaturesco como se puede observar en esta pieza.
Arroyo inicia su carrera dentro del periodismo, finalizando sus estudios en 1957. A continuación marcha a París, huyendo del asfixiante clima político español del momento. Aunque su primera vocación fue la de escritor, tarea que prosigue hasta hoy, ya en 1960 vivía de su labor como pintor. Ese año se presenta por primera vez en el Salón de Pintura Joven de París. Su actitud crítica ante las dictaduras, tanto las políticas como las artísticas, le empujó a iniciativas controvertidas. Optó por la pintura figurativa en unos años de aplastante dominio de la pintura abstracta en París, y sus primeros temas recordaban a la “España negra” (efigies de Felipe II, toreros, bailarinas), trabajados en clave cáustica y nada romántica. A principios de los sesenta su vocabulario plástico se mueve bajo la influencia norteamericana del pop art, y hacia 1964 se hace definitiva su ruptura con el arte informal. Su primer impacto público se produjo en 1963, al presentar en la III Bienal de París una serie de efigies de dictadores que provocó las protestas del gobierno español. Ese mismo año, Arroyo preparó una muestra en la galería Biosca de Madrid, que se inauguraría sin su presencia ya que hubo de huir a Francia perseguido por la policía; la exposición fue censurada y cerrada a los pocos días. Sin embargo, la opción figurativa de Arroyo tardó en ser aceptada en París. El pintor rechazaba la devoción incondicional por algunos vanguardistas, como Duchamp o Miró, que consideraba impuesta por modas. Realmente, su interés es desmitificar a los grandes maestros y defender el papel del mercado como protector y termómetro del arte, frente a la red de museos e influencias sufragada con dinero público. En 1974, Arroyo fue expulsado de España por el régimen, y no recuperaría su pasaporte hasta la muerte de Franco. Sin embargo, su despegue crítico en España no fue inmediato, y se demoraría hasta principios de los ochenta. En 1982 se le concedió el Premio Nacional de Artes Plásticas, y se le dedicaron muestras antológicas en la Biblioteca Nacional de Madrid y el Centro Pompidou de París. Actualmente, Arroyo está representado en el Museo Nacional Reina Sofía de Madrid, el Patio Herreriano de Valladolid, el de Bellas Artes de Bilbao, el Hirshhorn Museum and Sculpture Garden de Washington D.C. y el de Arte Moderno de Lille (Francia), entre otros.