DESCRIPCIÓN
Gran escultura. Posiblemente italiana, segunda mitad del siglo XIX.
"Joven con ánfora".
Bronce y mármol blanco.
Peana en mármol verde.
Medidas: 147 cm. altura; 95 x 59 x 49 cm. peana.
Importante escultura en mármol blanco y bronce representando a una muchacha portando un ánfora y envuelta en una túnica de aspecto ceremonial. Si bien en una primera lectura el tema podría interpretarse como costumbrista (el de la aguadora), la túnica ceremonial lo connota con una imagen solemne y misteriosa, que nos lleva a pensar que podría representar una sacerdotisa. Tanto en la temática como en la técnica se aprecia la estela de los modelos de la Antigua Grecia, aunque reinterpretados con gran libertad, reactualizándolos, lo que distancia esta pieza del canon neoclásico. La combinación de bronce (para el vestuario) y mármol (para las carnaciones) evoca un antiguo procedimiento griego que se reservaba a las estatuas más sublimes y monumentales, en las que se empleaba oro y marfil. La luminosidad del blanco enfatiza la perfecta definición de los rasgos idealizados del óvalo facial enmarcado por largas trenzas y en el que destaca el perfilado almendrado de los ojos de párpados semicerrados. Ello sugiere un repliegue introspectivo. Las trenzas, sin embargo, dotan a la joven de un aspecto "moderno", coetáneo al escultor. Con la mano derecha, la joven sostiene el ánfora con dedos cuidosamente torneados. Trabajada de cuerpo entero y en bulto redondo, con una medida algo menor al tamaño natural, la figura adelanta su pierna derecha en actitud de caminar. Ello podría insinuar una procesión ceremonial. La túnica ceñida en la cintura, el manto ribeteado con bordados y el tocado evocan un vestuario exuberante que, sin de dejar de revelar las bellas formas de la joven, la envuelven con lazos superpuestos y pliegues de tela gruesa. Por debajo, asoman dos gráciles pies calzados en sandalias. Estamos ante una escultura singular, tanto por la calidad de los materiales y de la técnica, como por resultar en cierta medida inclasificable en cuanto a estilo. Alejada ya de los postulados clasicistas y románticos, pero también distanciada todavía de las delicuescencias modernistas del fin de siglo, esta magnífica escultura pertenece a un periodo de transición. Los drapeados tienden a ser quebrados y angulosos, y la jarra es de estructura geometrizante, aspectos que apuntan a una cierta búsqueda esencialista que en las décadas posteriores se acentuará. Pero, al mismo tiempo, domina en el conjunto una idealización clásica y atemporal que convive con una gran precisión naturalista en los detalles.