Pintores Viajeros
Lote 35088860
"PINTORES VIAJEROS", década de 1850.
“Puerto de Mazatlán, México”.
Óleo sobre lienzo.
Medidas: 67 x 118 cm; 91,5 x 143 cm (marco).
Bibliografía consultada: Arturo Aguilar Ochoa, “La influencia de los artistas viajeros en la litografía mexicana (1837-1849), Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, núm. 76, Universidad de las Américas, año 2000, pp.113-141.
“Puerto de Mazatlán, México”.
Óleo sobre lienzo.
Medidas: 67 x 118 cm; 91,5 x 143 cm (marco).
Bibliografía consultada: Arturo Aguilar Ochoa, “La influencia de los artistas viajeros en la litografía mexicana (1837-1849), Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, núm. 76, Universidad de las Américas, año 2000, pp.113-141.
Valor estimado: 60.000 - 80.000 €
DESCRIPCIÓN
"PINTORES VIAJEROS", década de 1850.
“Puerto de Mazatlán, México”.
Óleo sobre lienzo.
Medidas: 67 x 118 cm; 91,5 x 143 cm (marco).
Bibliografía consultada: Arturo Aguilar Ochoa, “La influencia de los artistas viajeros en la litografía mexicana (1837-1849), Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, núm. 76, Universidad de las Américas, año 2000, pp.113-141.
Dentro de la artística latinoamericana destaca la huella y el impacto que dejaron los denominados “artistas viajeros” en la pintura mexicana del siglo XIX. Estos artistas, de origen mayoritariamente inglés, acudieron a México tras la Independencia en el año 1821, practicando especialmente el género del paisaje -hasta entonces poco conocido dentro la artística mexicana de la época- y de la arqueología. Estos artistas realizaron una serie de ilustraciones -generalmente de carácter litográfico- que posteriormente se extendieron tanto por el país mexicano, como por Europa y los Estados Unidos. Diferentes factores fueron los que influyeron en la difusión de las pinturas de los denominados “artistas viajeros” dentro del panorama mexicano, siendo el más destacado la falta de recursos económicos por parte de los habitantes autóctonos del país, la cual no les permitía viajar al centro de su propio estado, de tal manera que tan sólo disponían de las ilustraciones de dichos “artistas viajeros” para la realización de sus cuadros. De hecho, los denominados “artistas viajeros” pudieron autofinanciar sus expediciones, de gran magnitud, hasta tal punto que sus ilustraciones fueron publicadas en revistas mexicanas de bajo presupuesto, quienes se hacían valer de este material extranjero para sus publicaciones. De igual manera, a este hecho se aunaba la escasa preparación de los dibujantes litógrafos mexicanos. Sin embargo, destaca el hecho de que, antes de ser publicadas, las obras de los viajeros debían pasar por el tamiz de la aceptación mexicana, ya que en numerosas ocasiones se consideraban falsas y calumniosas las versiones que los extranjeros daban del país mexicano, considerando que denigraban su gente y su cultura. De igual manera, no todos los artistas extranjeros gozaron de la misma popularidad: según afirma el estudioso mexicano Arturo Aguilar Ochoa, “no serán todos los artistas quienes consigan filtrar sus obras en nuestra patria por estos años. Existen varios de ellos que permanecieron totalmente ignorados, especialmente porque realizaron sus obras en técnicas que se prestaban muy poco para la difusión en gran escala como fue el óleo o la acuarela, además de que se las llevaban a sus países de origen”. De esta manera, un amplio número de sobresalientes “artistas viajeros” destacaron en el país latinoamericano, siendo los nombres más populares el del científico alemán el barón de Humboldt (1769-1859), el de Elizabeth Ward -mujer del embajador de México entre 1825 y 1827-, el de sir Henry George Ward-, el de Federico de Waldeck (1766-1875), el de Carlos Nebel (1805-1855) y el del inglés Federico Catherwood (1799-1854), todos ellos conocidos por sus publicaciones en importantes revistas mexicanas. Entre las obras más destacadas cabe mencionar “Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente...” y la vista del “Volcán de Jorullo” de Humboldt, “Six Views of the Most Important Towns and Mininig Districts” de Elizabeth Ward o “Incidents of Travel in Yucatan” de Federico Catherwood, entre otras.
En esta ocasión presentamos una magnífica vista del puerto mexicano de Mazatlán en la que se combinan el paisaje y el costumbrismo del país latinoamericano. Así, la absoluta protagonista es la imponente naturaleza, tanto en los primeros planos con la presencia del puerto y las montañas que dividen la composición, como en ultimísimo plano, en el que una cordillera se vislumbra entre la distancia. Destacan, de igual manera, las figuras que salpican toda la escena, desde los primeros planos hasta donde alcanza la vista, a la otra orilla del mar. El interés que el artista otorga a la arquitectura popular se refleja en el especial hincapié que este hace a cada uno de los edificios de la ciudad portuaria, todos ellos caracterizados por su escasa altura y sus paredes blancas y pulcras. Las velas de los barcos, ondeantes y coronadas por banderas extranjeras, nos indican la importancia de la que gozó el puerto de Mazatlán dentro del comercio mexicano, siendo una importante infraestructura económica a lo largo de la historia. La obra, de excepcional calidad, está bañada por un aura cálida y una luz matizada que configura tenues virajes cromáticos de gran belleza y lirismo en su ejecución.
“Puerto de Mazatlán, México”.
Óleo sobre lienzo.
Medidas: 67 x 118 cm; 91,5 x 143 cm (marco).
Bibliografía consultada: Arturo Aguilar Ochoa, “La influencia de los artistas viajeros en la litografía mexicana (1837-1849), Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, núm. 76, Universidad de las Américas, año 2000, pp.113-141.
Dentro de la artística latinoamericana destaca la huella y el impacto que dejaron los denominados “artistas viajeros” en la pintura mexicana del siglo XIX. Estos artistas, de origen mayoritariamente inglés, acudieron a México tras la Independencia en el año 1821, practicando especialmente el género del paisaje -hasta entonces poco conocido dentro la artística mexicana de la época- y de la arqueología. Estos artistas realizaron una serie de ilustraciones -generalmente de carácter litográfico- que posteriormente se extendieron tanto por el país mexicano, como por Europa y los Estados Unidos. Diferentes factores fueron los que influyeron en la difusión de las pinturas de los denominados “artistas viajeros” dentro del panorama mexicano, siendo el más destacado la falta de recursos económicos por parte de los habitantes autóctonos del país, la cual no les permitía viajar al centro de su propio estado, de tal manera que tan sólo disponían de las ilustraciones de dichos “artistas viajeros” para la realización de sus cuadros. De hecho, los denominados “artistas viajeros” pudieron autofinanciar sus expediciones, de gran magnitud, hasta tal punto que sus ilustraciones fueron publicadas en revistas mexicanas de bajo presupuesto, quienes se hacían valer de este material extranjero para sus publicaciones. De igual manera, a este hecho se aunaba la escasa preparación de los dibujantes litógrafos mexicanos. Sin embargo, destaca el hecho de que, antes de ser publicadas, las obras de los viajeros debían pasar por el tamiz de la aceptación mexicana, ya que en numerosas ocasiones se consideraban falsas y calumniosas las versiones que los extranjeros daban del país mexicano, considerando que denigraban su gente y su cultura. De igual manera, no todos los artistas extranjeros gozaron de la misma popularidad: según afirma el estudioso mexicano Arturo Aguilar Ochoa, “no serán todos los artistas quienes consigan filtrar sus obras en nuestra patria por estos años. Existen varios de ellos que permanecieron totalmente ignorados, especialmente porque realizaron sus obras en técnicas que se prestaban muy poco para la difusión en gran escala como fue el óleo o la acuarela, además de que se las llevaban a sus países de origen”. De esta manera, un amplio número de sobresalientes “artistas viajeros” destacaron en el país latinoamericano, siendo los nombres más populares el del científico alemán el barón de Humboldt (1769-1859), el de Elizabeth Ward -mujer del embajador de México entre 1825 y 1827-, el de sir Henry George Ward-, el de Federico de Waldeck (1766-1875), el de Carlos Nebel (1805-1855) y el del inglés Federico Catherwood (1799-1854), todos ellos conocidos por sus publicaciones en importantes revistas mexicanas. Entre las obras más destacadas cabe mencionar “Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente...” y la vista del “Volcán de Jorullo” de Humboldt, “Six Views of the Most Important Towns and Mininig Districts” de Elizabeth Ward o “Incidents of Travel in Yucatan” de Federico Catherwood, entre otras.
En esta ocasión presentamos una magnífica vista del puerto mexicano de Mazatlán en la que se combinan el paisaje y el costumbrismo del país latinoamericano. Así, la absoluta protagonista es la imponente naturaleza, tanto en los primeros planos con la presencia del puerto y las montañas que dividen la composición, como en ultimísimo plano, en el que una cordillera se vislumbra entre la distancia. Destacan, de igual manera, las figuras que salpican toda la escena, desde los primeros planos hasta donde alcanza la vista, a la otra orilla del mar. El interés que el artista otorga a la arquitectura popular se refleja en el especial hincapié que este hace a cada uno de los edificios de la ciudad portuaria, todos ellos caracterizados por su escasa altura y sus paredes blancas y pulcras. Las velas de los barcos, ondeantes y coronadas por banderas extranjeras, nos indican la importancia de la que gozó el puerto de Mazatlán dentro del comercio mexicano, siendo una importante infraestructura económica a lo largo de la historia. La obra, de excepcional calidad, está bañada por un aura cálida y una luz matizada que configura tenues virajes cromáticos de gran belleza y lirismo en su ejecución.
OBSERVACIONES
Bibliografía consultada: Arturo Aguilar Ochoa, “La influencia de los artistas viajeros en la litografía mexicana (1837-1849), Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, núm. 76, Universidad de las Américas, año 2000, pp.113-141.
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