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Escuela napolitana, ca. 1630

Lote 40025402
Escuela napolitana, ca. 1630.
"Alegoría de la necedad".
Óleo sobre lienzo.
Medidas: 83 x 103 cm.; 98 x 117 cm.(marco).

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Valor estimado: 12.000 - 15.000 €
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HISTORIAL DE PUJAS

DESCRIPCIÓN

Escuela napolitana, ca. 1630.
"Alegoría de la necedad".
Óleo sobre lienzo.
Medidas: 83 x 103 cm.; 98 x 117 cm.(marco).

Estamos ante una obra enigmática en cuanto al tema y magistral en cuanto a técnica. Estilísticamente, este óleo es un ejemplo paradigmático de la pintura napolitana de mediados del Seicento, profundamente marcada por la influencia de Caravaggio. Con un lenguaje crudo y, sin embargo, sugerente al rebosar en simbolismo, esta magnífica pintura desarrolla una compleja alegoría barroca sobre la naturaleza humana, la vejez y la falsa sabiduría. Utiliza un lenguaje visual potente y naturalista para plantear una reflexión moral, una práctica muy habitual entre los artistas del círculo de José de Ribera "El Españoleto" y la escuela napolitana del siglo XVII.

Sin embargo, esta pintura se aleja de las singeries tradicionales, pinturas en las que los monos se limitaban a emular comportamientos humanos. La lectura de esta escena es más esquiva.

Tres figuras emergen de un fondo negro, esculpidas por una luz intensa y dirigida, que crea fuertes contrastes y resalta especialmente las facciones. Esta luz tenebrista impregna la escena de una atmósfera íntima y cargada de tensión dramática.

El anciano es caracterizado con un verismo sumamente expresivo. Se detallan las arrugas profundas que surcan su rostro y la frente, la nariz de gancho, la textura de la barba encanecida y los ojos destellantes de un fulgor enfermizo. Los artistas napolitanos, siguiendo a Caravaggio, no idealizaban a sus figuras. Por el contrario, buscaban veracidad para generar un impacto directo y emocional en el espectador.

El rostro apergaminado del viejo contrasta con la tersura de la piel infantil y su expresión inocente, casi anonadada. La expresión del padre del niño resulta significativa y ambigua: entre confiada y suspicaz.

La escena se presenta en un primer plano, con las figuras muy juntas, lo que acentúa la impresión que nos causa cada personaje y el entrecruzamiento de miradas. El mono introduce un contrapunto inquietante, agarrado a la cabeza del viejo, montado en su espalda y con apariencia de estar despiojándolo. Destaca la notable plasticidad con la que se resuelve la pelambre animal y la cabeza simiesca.

Aunque la presencia de un niño y la actitud venerable del anciano podrían sugerir una escena religiosa, como la vida de un santo, la figura del mono nos sitúa en un ámbito profano: indudablemente, la pintura es una escena alegórica o de género con una profunda carga moralizante.

En el arte barroco, el mono era un símbolo polivalente, pero casi siempre con connotaciones negativas. Representaba el pecado y los vicios, especialmente la lujuria, la avaricia y la vanidad. El mono era visto como una caricatura del ser humano, un "simio" de sus acciones que encarnaba sus instintos más bajos y su naturaleza animal y pecaminosa. También se asimilaba a la locura y a la necedad.

Aquí, la acción del mono, que parece estar despiojando al anciano, era un motivo común en la pintura de género del norte de Europa y también en la napolitana. Aunque puede parecer un gesto de cuidado, se interpretaba como una distracción inútil, un símbolo de la necedad de prestar atención a asuntos triviales.

Teniendo en cuenta estos símbolos, la pintura admite distintas interpretaciones, que lejos de ser excluyentes, se enriquecen entre sí. En primer lugar, una alegoría del vicio endémico al ser humano: el anciano, en la etapa final de su vida, carga sobre sus hombros el peso de su naturaleza pecaminosa. El mono, al hurgar en su cabeza, podría simbolizar las necedades que lo dominan incluso en su vejez.

Teniendo en cuenta los otros personajes, la escena podría representar las tres edades del hombre (niño, joven, anciano). El anciano, con su experiencia, aún no está libre de las cargas de la vida (el mono). El joven presenta al niño al anciano, quizás en busca de una bendición que, irónicamente, el anciano mismo no puede dar al estar "dominado" por el animal.

En tercer lugar, podríamos estar ante una crítica a la falsa sabiduría: el anciano podría representar a un falso sabio o filósofo pagano. El mono en su cabeza ridiculizaría su supuesta sabiduría, sugiriendo que, a pesar de su apariencia venerable, sus pensamientos están corrompidos por la necedad o el vicio.

OBSERVACIONES

Este lote puede verse en la Sala de Setdart Barcelona situada en calle Aragón, 346.

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