RAFAEL ZABALETA FUENTES (Quesada, Jaén, 1907–1960).
“El matarife”, 1949.
Óleo sobre lienzo.
Obra reproducida en GUZMÁN PÉREZ., “Rafael Zabaleta. Estudio Catalográfico. Óleos”. Ed. Diputación de Jaén, 2010, p. 478.
-Exposiciones: Colegio de Arquitectos, Barcelona, 1965 (relación col., la actual). Caja de Madrid, Barcelona y Madrid 1986, número 37 (reproducido en catálogo, página 69).
-Bibliografía: GUZMÁN, M., Catalogación..., número 233, páginas 370-371.
GUZMÁN, M., La pintura de R. Zabaleta, página 374.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 81 x 65 cm; 97 x 82 cm (marco).
Siguiendo las palabras del Catálogo respecto a esta pintura, el artista“Nos presenta una composición frontal, escenificando en un pequeño recinto la figura abierta de una res; colgada por las patas traseras y abierta en canal, tras la cual aparece el carnicero empuñando el cuchillo. Utiliza una perspectiva frontal, marcando el espacio interior, en el que rige un sistema distributivo determinado por la simetría bilateral, en función de la cual un eje perpendicular nos la divide en dos partes iguales. Queda ambientada en colores cálidos, destacando los rojos de la carne al contrastar con los grises verdosos ambientales y utiliza de pasajes los ocres y tierras, todos ellos muy matizados. Los volúmenes resueltos con gran amplitud. Destaca en el cuadro el inexpresión del personaje, rígido e hierático, sin ninguna gesticulación, aparece como elemento más, sin la acción que podría derivarse de su protagonismo. Primicia temática sobre la que vuelve a incidir en otras dos ocasiones; Matarife, 1951 y Carnicero, 1957. Su precedente remoto, en cuanto al tema, hay que extraerlo de Rembrandt y próximo de Solana. Obra en la que enlaza un tema ambiental y local tratado con el lenguaje plástico de la modernidad, en el que se apuntan las inclinaciones hacia las poéticas fauves y expresionistas”
Cromáticamente la superficie pictórica está dominada por rojos, rosas y amarillos que contrastan con los verdes, estos últimos de tono bajo y agrisado. El color se extiende sin emerger sobre la superficie del lienzo, quedando a la primera intención definitivamente expuesto, así consigue que la materia pictórica quede fresca y fluida. La obra representa puntualmente la pintura zabaletiana y define por sí mismo el expresionismo hispánico, con mucho de fauvismo y claras connotaciones cubistas.
Nacido en el seno de una familia acomodada, Rafael Zabaleta manifiesta ya desde niño su afición a la pintura, por lo que tras finalizar sus estudios de bachillerato se trasladó a Madrid e ingresa, en 1925, en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. Allí tendrá como maestros a Lainez Alcalá, Cecilio Pla e Ignacio Pinazo, y en 1932 participa por primera vez en una exposición colectiva, la de los alumnos de San Fernando. Una de sus obras, titulada “La pareja,” será seleccionada para ilustrar la reseña crítica que Manuel Abril realiza para la revista “Blanco y Negro”. Tres años más tarde Zabaleta realiza su primer viaje a París, donde conoce y estudia las obras de los maestros de la pintura contemporánea. En 1937 es nombrado delegado del Tesoro Artístico Nacional, y también por estas fechas inicia una serie de dibujos sobre la Guerra Civil. Al terminar la contienda fue denunciada, y pasó brevemente por el campo de concentración de Higuera de Calatrava y por la cárcel de Jaén, donde le son incautados los dos álbumes de dibujos realizados durante la guerra. Finalmente liberado, en 1940 se instala en Madrid, donde asiste a las tertulias del Café Gijón y dibuja y pinta en el Círculo de Bellas Artes. Dos años más tarde visita a Aurelio Biosca, director de la madrileña galería Biosca, con una carta de presentación del escultor Manolo Hugué. Allí celebrará su primera muestra individual ese mismo año, tras ser rechazado en la Exposición Nacional de Bellas Artes. Sin embargo, al año siguiente participa en el Primer Salón de los Once y pasa a formar parte de la Academia Breve de Crítica de Arte de Eugenio d’Ors, a la que también pertenecía Biosca. Zabaleta tomará parte en la mayoría de sus Salones de los Once y exposiciones antológicas. En 1945 Zabaleta participa en la colectiva “Floreros y bodegones” realizada en el Museo Nacional de Arte Moderno, mientras sigue exponiendo individual y colectivamente en galerías de la capital. En 1947 realiza su primera muestra personal en Barcelona, en la galería Argos, y se publica su primera monografía. Dos años más tarde viaja de nuevo a París, entrando en contacto con Picasso, Óscar Domínguez, M. Ángeles Ortiz y otros. El año de su definitiva consagración será el de 1951, cuando celebre una exposición individual en el Museo de Arte Moderno de Madrid. En 1955 obtendrá el Premio de la UNESCO en la Bienal Hispanoamericana de Barcelona. Ese mismo año participa en la Bienal del Mediterráneo celebrada en Alejandría, y realiza una exposición personal en Bilbao. Durante sus últimos años Zabaleta será un artista ya plenamente reconocido, invitado a las más importantes exposiciones y salones tanto en España como en ciudades extranjeras de la importancia de París. La colección más importante de su obra se encuentra en el Museo Zabaleta de Quesada, si bien también está presente en los más prestigiosos museos del mundo, en ciudades como Buenos Aires, Nueva York o Tokio.