JULIO GONZÁLEZ PELLICER (Barcelona, 1876 – Arcueil, Francia, 1942).
"Retrato de María Teresa". 1941.
Dibujo al carboncillo sobre papel.
Firmado y fechado en la parte inferior.
Descripción: "Visage de M.H. inquiet, recensé FW n 52 raisonné, PG 24664 et cachet bleu au dos".
Publicaciones: catálogo razonado de dibujos. Josette Gilbert, tomo "Portraits", pg 137, ilustrado.
Medidas: 31 x 23,5 cm.
Realizado un año antes de su muerte, este retrato femenino se adscribe a cierto deseo de retornar al naturalismo localista (tras haber incursionado en la depuración formal) que caracterizó la última etapa del escutor, en consonancia con el tema de la Montserrat (campesinas catalanas con pañoleta).
Considerado el padre de la escultura en hierro, Julio González es un artista clave para la vanguardia del siglo XX. Nació en el seno de una familia de orfebres, aprendiendo el oficio en la Barcelona modernista. Más tarde cursará estudios de Bellas Artes en La Lonja de Barcelona. En 1900 marcha a París, donde frecuentó los ambientes artísticos y mantuvo contacto con Picasso, Gargallo y Brancusi, entre otros, lo cual marcará un antes y un después en su lenguaje. Allí aprendió la técnica de la soldadura autógena, clave para su investigación con la expresividad del hierro. Hacia 1910 empieza a trabajar las máscaras en metal repujado, con un estilo marcado por rasgos naturalistas y simbolistas, y una nueva concepción de la figura humana, de volúmenes y líneas sintetizados. Durante estos años, González inicia su participación en los salones parisinos. En 1920 abre su propio taller de forja, y dos años después debuta en la galería Povolovsky. Experimentará en estos años con la bidimensionalidad del plano, y se mantiene en esa línea de exploración del volumen hasta que en 1928 solicita su colaboración en la realización del monumento funerario de su amigo Apollinaire, caracterizado por sus formas transparentes y sus vaciados,. Con Picasso, lleva por primera vez a la práctica sus experimentaciones previas y comprueba su viabilidad, dada la perfecta armonía entre éstas y la capacidad sintética para el dibujo de Picasso. Se terminan así los hierros delicados de pequeño formato, y sus formas serán cada vez más imponentes y complejas, impulsando al artista internacionalmente. Así, a finales de los años veinte comienza sus primeras esculturas en hierro forjado. Durante los treinta su obra se hace más abstracta, y aparecen las primeras construcciones espaciales. Prioriza “el maridaje entre materia y espacio” y se aleja de las composiciones tradicionales simétricas, a través de lo que él mismo denominó “dibujar en el espacio”. Se trata de piezas improvisadas, construidas directamente con la varilla de hierro forjado, que construyen imágenes esquemáticas, abstractas y de gran complejidad formal. En paralelo trabajará con la plancha de hierro, creando una serie de obras que los estudiosos han relacionado con el cubismo. Tras una larga lista de participaciones en muestras individuales y colectivas como la de Arte Español en el Museo del Jeu de Paume (1936) o la Exposición Universal de París (1937), su obra, como consecuencia de la escasez de hierro, se centra en un nuevo material, el yeso, y en el dibujo de temática bélica. Por otro lado, en 1937 había logrado la culminación de su trabajo escultórico en hierro con “La Montserrat” y “Mujer ante el espejo”. Artista clave para comprender la vanguardia española, su trabajo ha sido reivindicado por importantes muestras como la exposición retrospectiva que se le dedicó en 2009 en el MNCARS de Madrid. Por otro lado, González está representado en las más importantes colecciones de arte contemporáneo del mundo, entre ellas el Centro Georges Pompidou de París, el Reina Sofía de Madrid, el IVAM de Valencia y en el MoMA de Nueva York, entre muchos otros.