DESCRIPCIÓN
Taller de PEDRO ROLDÁN (Sevilla, 1624 – ibídem, 1699).
“San Juan Bautista”.
Madera tallada, dorada y policromada.
Presenta restauraciones y filacteria de época posterior.
Medidas: 155 x 61 x 72 cm.
Escultura de bulto redondo tallada en madera y policromada que representa a San Juan Bautista acompañado de un cordero y sosteniendo una gran cruz con la mano derecha, aunque esta no conserva la habitual filacteria. Estéticamente la obra se acerca a la escultura de Pedro Roldán. Escultor sevillano, aunque pasó una breve estancia Granada, donde se formó en el taller del escultor Alonso de Mena. En 1646, volvió a Sevilla alcanzando allí gran éxito y la fama. La riqueza cultural de Sevilla supuso una mayor demanda de encargos. Lo que provocó la creación de un taller en el que trabajaban y se formaban gran número de artistas. La escultura de Roldán muestra un interés por la talla realista. Su estilo se caracterizó por la búsqueda de un nuevo lenguaje artístico, alejándose de la estética de los maestros de la primera mitad de siglo como Montañés, Cano, Mesa y Ribas. Las composiciones de Roldan se caracterizan por ser muy dinámicas, utilizando escorzos, rostros de acusados perfiles, con narices rectas y pómulos muy marcados, y las vestiduras con ondas sinuosas. En este caso el escultor presenta una talla en la que el santo se encuentra de pie, creando así una composición piramidal. A pesar de que dicha composición le otorga cierto hieratismo a la pieza, el escultor ha resuelto el movimiento gracias al manto, el cual ha sido dispuesto de modo ondulante sobre el profeta.
Con la escultura del barroco nos encontramos con la expresión más pura del alma española. En la jerarquía de nuestras excelencias artísticas la escultura representa una equivalencia de perfección con la pintura del siglo siguiente. Toda la pasión, el misticismo, el ansia de belleza, la exaltación del espíritu, la llama que abrasa la materia, lo encontramos en estas estatuas y relieves que cubren los retablos. Asimismo, cabe afirmar que sí, que existe un renacimiento netamente hispánico que utiliza las formas italianas para expresar un temperamento y unos ideales esencialmente anticlásicos, derivados directamente de la religiosidad propiamente española. No hay corte radical con la plástica del último gótico; se suavizan los ritmos y los excesos naturalistas, los plegados angulosos y los violentos claroscuros, y se introducen ritmos más armónicos y equilibrados, y unas líneas más delicadas. No obstante, la intensidad expresiva es la misma, buscando ante todo ahondar en el alma, desbaratar la corrección de tipo clásico en favor de la efusividad espiritual que va más allá de la pura estética