JOAQUÍN TORRES GARCÍA (Montevideo, Uruguay, 1874 – 1949).
“El pony go”, c. 1922-24.
Óleo sobre madera.
Obra reproducida en el catálogo razonado nº T2.302 #.
Réplica basada en los planos de un original perdido.
Presenta leves marcas y suciedad.
Procedencia: Colección privada, Nueva York.
Medidas: 60,9 x 60,9 x 15,8 cm.
Exposiciones:
-2010-11., Juguetes de vanguardia, octubre 2010 enero 2011. Museo Picasso, Málaga.
Referencias publicadas.
-IVAM 1998: Instituto Valenciano de Arte Moderno. Centro Julio González., Aladdin toys, los juguetes de Torres García, Valencia: 1998. Catálogo de exposición, p. 18. n 4.
-IVAM 1998-99: Infancia y arte moderno. Valencia, España: IVA; Centro Julio González, 1998. Catálogo de exposición (1998-99 IVAM). Ill. Pág. 53.
Réplica basada en los planos de un original perdido que en España fue conocido como Clavileño, aunque su nombre internacional fue Pony go. Se trataba de un juguete de concepción tradicional, y el más importante del mercado americano, incluso en el diseño. La originalidad del citado modelo, alejado de referencias educativas, residida en el mecanismo patentado por Torres García en Nueva York, que posibilitaba el movimiento de las patas del caballo y que este avanzase impidiendo al mismo tiempo las peligrosas caídas del jinete. En 1924, todos los caballos balancín se quemaron en un incendio del almacén Nueva York, Torres García se centró en otros modelos. Para Torres García la comercialización de sus juguetes fue algo tan fundamental como diseñarlos y construirlos.
Tras iniciar su formación de modo autodidacta, en 1890 Torres García decide emigrar a fin de formarse como pintor. Así pues, viaja a Europa con su familia al año siguiente, con diecisiete años. En 1892 se instala en Barcelona, e ingresa en la Escuela de Bellas Artes. Allí entra en contacto con el impresionismo francés, principal influencia en aquel momento para él y otros famosos alumnos, como Mir, Sunyer, Canals y Nonell. trabajó también en decoración, ámbito en el que destaca su colaboración con Antoni Gaudí en la catedral de Palma de Mallorca. Hacia 1910 empieza a introducir en su obra elementos formales propios de Cataluña, imbuido del espíritu de reivindicación de la identidad catalana propio del momento. Se relacionan con este nuevo enfoque varios encargos oficiales, entre los que destacó, como punto de inflexión en su carrera, la decoración mural del Salón de Sant Jordi de la sede de la Diputación Provincial de Barcelona. En 1920 se traslada a Nueva York, y entra en contacto con artistas de la talla de Max Weber, Man Ray o Marcel Duchamp. Al poco tiempo regresa a Europa y se instala en París, donde frecuentó las reuniones del grupo liderado por Mondrian, acercándose así a la abstracción y el constructivismo. En 1934 decide volver finalmente a Montevideo, donde se le recibe como miembro de la élite artística europea. Allí crea la Sociedad de las Artes del Uruguay, cuyo objetivo era integrar todas las artes y actuar como nexo de unión entre los artistas y el público. Entra en contacto con el arte precolombino e indígena uruguayo, y esta estética, nueva para él, influirá de forma crucial en su pensamiento. Reivindicó que los artistas no necesitaban renunciar a ser latinoamericanos por pretender ser contemporáneos al uso, y aportó una nueva dimensión a la construcción del lenguaje americano moderno. Además, desde este momento la simbología cultural propia de su tierra cobra una importancia determinante en su obra. Se conserva obra suya en el museo Thyssen-Bornemisza, los museos de Arte Moderno de Nueva York, San Francisco y Lille, el Museo Nacional Reina Sofía, el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Museo Torres García de Montevideo, los museos de Bellas Artes de Houston, Filadelfia y Santa Bárbara, el Museo Nacional de Bellas Artes de São Paulo, los museos Hirshhorn y de Arte de las Américas de Washington DC, la Albright-Knox Gallery de Buffalo y el Los Angeles County Museum, entre otros.