Figura de Silvano; Imperio Romano, siglo II d.C.
Mármol.
Procedencia: colección particular, Los Ángeles, EEUU, mediados de la década de 1990 en Quatrain Inc; Colección particular, Londres, adquirido en Nueva York, 2015; Colección particular, Madrid.
En buen estado de conservación. Ha perdido media cabeza, la parte inferior de las piernas y el tronco de ciprés que sujetaba con la mano derecha.
Medidas: 46 cm.
Escultura romana en mármol representando a Silvano, un espíritu tutelar de los campos y los bosques. En relación con los bosques, presidía especialmente sobre las plantaciones y disfrutaba de los árboles que crecían salvajes, por lo que se le representa (como en esta ocasión) llevando el tronco de un ciprés. Respecto a este árbol, sin embargo, se cuenta la siguiente historia: Silvano estaba enamorado del joven Cipariso. Desfortunadamente, una vez mató por accidente a una cierva que pertenecía a este. Cipariso murió de pena por ello y fue transformado en ciprés.
Los romanos aportaron dos importantes novedades al mundo de la escultura: el retrato y el relieve histórico, ninguno de los cuales existía en el mundo griego. Sin embargo, siguieron los modelos griegos para gran parte de su producción escultórica, base que en Roma se conjugará con la tradición etrusca. Tras los primeros contactos con la Grecia del clasicismo a través de las colonias de la Magna Grecia, los romanos conquistan Siracusa en el 212 a.C., una rica e importante colonia griega situada en Sicilia, adornada con gran número de obras helenísticas. La ciudad fue saqueada y sus tesoros artísticos llevados a Roma, donde el nuevo estilo de estas obras sustituyó pronto a la tradición etrusco-romana imperante hasta el momento. Poco después, en el 133 a.C., el Imperio recibió en herencia el reino de Pérgamo, donde existía una original y pujante escuela de escultura helenística. El enorme Altar de Pérgamo, el “Galo suicidándose” o el dramático grupo “Laocoonte y sus hijos” fueron tres de las creaciones clave de esta escuela helenística. Por otro lado, después de que Grecia fuera conquistada en el 146 a.C. la mayoría de artistas griegos se establecieron en Roma, y muchos de ellos se dedicaron a realizar copias de esculturas griegas, muy de moda entonces en la capital del Imperio. Así, se produjeron numerosas copias de Praxiteles, Lisipo y obras clásicas del siglo V a.C., dando lugar a la escuela neoática de Roma, el primer movimiento neoclásico de la Historia del Arte. No obstante, entre finales del siglo II a.C. y el principio del I a.C. se produjo un cambio en esta tendencia purista griega, que culminó en la creación de una escuela nacional de escultura en Roma, de la que surgieron obras como el Altar de Aenobarbus, que introducen ya un concepto narrativo típicamente romano, que se convertirá en crónica de la vida cotidiana y, a la vez, del éxito de su modelo político. Esta escuela será la precursora del gran arte imperial de Augusto, en cuyo mandato Roma se convirtió en la ciudad más influyente del Imperio y también el nuevo centro de la cultura helenística, como lo habían sido antes Pérgamo y Alejandría, atrayendo a un gran número de artistas y artesanos griegos. En la era Augusta Roma contribuye a la continuidad y renovación de una tradición que ya contaba con un prestigio de siglos, y que había dictado el carácter de todo el arte de la zona. En esta nueva etapa la estética y la técnica griegas se aplicarán a la temática propia de esta nueva Roma. Tras la idealización de la época de Augusto, el realismo de la era de los Flavios y el posterior barroquismo de los siglos II y III, la escultura romana, marcada por la presencia del cristianismo, tiende a deshumanizarse, a tornarse más ideal y simbólica.