DESCRIPCIÓN
DANIEL HERNÁDEZ MORILLO (Perú, 1856 – 1932).
“A la fiesta”, Roma, 1897.
Óleo sobre lienzo.
Firmado, ubicado y fechado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 56 x 39 cm., 82.5 x 67 cm. (marco).
En esta obra el autor trasciende el género del retrato para regalarnos una instantánea fugaz de la vida cotidiana de la burguesía de la época. Una imagen llena de encanto y delicadeza, que atrapa la mirada del espectador. En esta compleja composición llama la atención la forma en la que el carro parece salirse de la propia pintura, como si realmente tuviese un movimiento rápido y apurado por llegar a su destino, acrecentando de este modo la efimeridad del instante casi de una manera fotográfica y totalmente innovadora respecto a la época.
Daniel Hernández inicia su formación en Lima en 1878, teniendo como primer maestro a Leonardo Barbieri. Más adelante viajará a París pensionado por el gobierno. En la capital francesa visita a Ignacio Merino, quien le recomienda marchar a Italia. Transcurren diez años entre talleres, museos y un intenso estudio, viajando por Francia, Italia y España. Se establece finalmente en París, y allí conoce a Fortuny, Padilla y Villegas, artistas españoles cuya influencia asimila su pintura. En estos años concurrió a diversos certámenes, obteniendo segunda medalla en el Salón de París de 1899, la de oro en la Exposición Universal de 1900 y la Legión de Honor en esta misma fecha, galardones que evidencian la aceptación de la que gozó en Europa durante los últimos años del siglo XIX. Desde entonces, Hernández fue declarado Honoris Causa en todos los Salones. Fue también premiado en la Exposición Iberoamericana de Sevilla. En 1912 regresa a América, trabajando entre Montevideo y Buenos Aires, siempre pintando retratos y exhibiendo su obra. Al poco tiempo retorna a París, donde vive la Gran Guerra, pero regresará a Lima en 1918, llamado por el presidente José Pardo para asumir la dirección de la recién fundada Escuela Nacional de Bellas Artes, puesto que ostentará hasta su muerte en 1932. Daniel Hernández dejó una variada obra, incluyendo acuarelas marinas, paisajes, bodegones y numerosos bocetos. Hizo asimismo muchos retratos, como el de Pierola en París en 1899. Pintó a Pardo y a otros dirigentes peruanos, así como a personajes ilustres como Bolívar y Pizarro. Mención aparte merecen sus llamadas “perezosas”, composiciones protagonizadas por damas reposando en divanes, en ambientes llenos de sensualidad y riqueza. Con ellas ganó las medallas de 1899 y 1900. Hernández desarrolló un estilo preciosista y de marcado equilibrio entre dibujo y color, revelando un perfecto dominio técnico. Hombre de su tiempo, sobre la base de su lenguaje academicista aparecen ciertas notas de influencia impresionista. Daniel Hernández está representado en el Museo del Prado en Madrid y en el que lleva su nombre en Huancavelica (Perú), así como en otras destacadas pinacotecas tanto peruanas como extranjeras.