Escuela italiana; principios del s. XVII.

Escuela italiana; principios del siglo XVII.
“Lamentación sobre el cuerpo de Cristo muerto”.
Óleo sobre cobre.
Presenta restauraciones.
Posee marco c. 1850.
Medidas: 15 x 22 cm; 21 x 27 cm (marco).
En esta obra el tema de la lamentación del cuerpo de Cristo se plasma de forma más intimista que en épocas anteriores, simplificando la composición y eliminando todo elemento posible. Así, el cuerpo de Cristo muerto articula la imagen, situado en el centro, y en torno a él se sitúa la figura María Magdalena y san Juan. En el cuadro que nos ocupa aparecen los personajes, recortados sobre un fondo negro que realza sus volúmenes. Estilísticamente domina la influencia directa del tenebrismo: el modo en que una luz poderosa construye los volúmenes y recorta los gestos, escenificando el momento de dolor contenido, el pathos silencioso. Los cuerpos están modelados con una pincelada enérgica, iluminándose de manera selectiva, recurso que, sin duda, contribuye a acentuar el mensaje devoto y emocional que contiene la obra. El autor, además, consigue expresar magistralmente tanto el dolor físico, a través de la herida abierta del costado de Cristo.
La escena del lamento o llanto sobre el cuerpo de Cristo muerto forma parte del ciclo de la Pasión, y se intercala entre el Descendimiento de la Cruz y el Santo Entierro. Narra el momento en que el cuerpo de Cristo se deposita sobre un sudario (en otros casos, sobre la piedra de unción) y se disponen en torno suyo, prorrumpiendo en lamentos y sollozos, su madre, San Juan, las santas mujeres, José de Arimatea y Nicodemo. Es un tema muy emotivo, fruto de la piedad popular, que concentra la atención en el drama de la Pasión y la contemplación amorosa y doliente, con sentido realista y conmovedor. En Bizancio, y en las representaciones de influencia bizantina, la figura de Cristo descansa sobre la losa de la unción, donde su cadáver fue perfumado y preparado para recibir sepultura, que posteriormente en el arte italiano se convertirá en sepulcro. Esta escena no aparece referida en los Evangelios, sino que encuentra su origen en la literatura mística y en los textos religiosos de piedad, así como en los de las cofradías de flagelantes.