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Taller de Bartolomé Esteban Murillo

Lote 35310378
Taller de BARTOLOME ESTEBAN MURILLO (Sevilla, 1617 – 1682).
“La aparición de la Virgen y el Niño a San Félix de Cantalicio".
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Presenta repintes y restauraciones.
Medidas: 100 x 68 cm: 118 x 84 cm (marco).

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HISTORIAL DE PUJAS

DESCRIPCIÓN

Taller de BARTOLOME ESTEBAN MURILLO (Sevilla, 1617 – 1682).
“La aparición de la Virgen y el Niño a San Félix de Cantalicio".
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Presenta repintes y restauraciones.
Medidas: 100 x 68 cm: 118 x 84 cm (marco).
Este cuadro es una versión del cuadro del mismo título que se encuentra en el museo de bellas Artes de Sevilla obra de Bartolomé Esteban Murillo. Describe el milagro en el que la virgen se le aparece al santo para poner al Niño en sus brazos. Se trata de un modelo iconográfico de origen italiano, aunque es Murillo quién le concede su forma perfecta en esta versión de hacia 1665-1668. El cuadro original del maestro es de grandes dimensiones - 283 por 188 cms - y tiene el no de Catalogo 199 del Museo de Bellas Artes de Sevilla. Es esta una de las dieciséis obras que hizo el maestro sevillano para el convento de los Capuchinos de Sevilla. En los cuadros dedicados a santos franciscanos —San Antonio de Padua, San Félix Cantalicio y San Francisco abrazado a la cruz—, la suavidad de luces y colores, armonizando sin violencia el pardo del hábito franciscano con los fondos verdosos o iluminados intensifican el carácter íntimo de sus visiones místicas, despojadas de todo dramatismo. San Félix es el patrono de los hermanos legos, y había sido canonizado por los años en que los capuchinos sevillanos se hicieron cargo de la capilla que lleva su nombre. Se trata de una pintura de formas amables, suaves con una cierta riqueza pictórica que nos recuerda el sfumato de Leonardo aunque al mismo tiempo ya apunta al rococó. Parece razonable sostener que su belleza fuera tan apreciada, que el taller de Murillo recibiera peticiones de hacer copias del mismo en lienzos de menor formato para las residencias de la nobleza andaluza o la burguesía local. Fueron muy pocos los artistas que en la segunda mitad del siglo XVII pudieron sustraerse a la influencia de Murillo. Algunos de ellos fueron sus discípulos e incluso importantes pintores flamencos. De los discípulos directos el mejor conocido y más cercano es Francisco Meneses Osorio, que completó el trabajo apenas iniciado por Murillo en el retablo de los capuchinos de Cádiz. Cornelius Shut, originario de Amberes, pintor que vivió muchos años en Sevilla y llego a ser presidente de la academia de Bellas Artes de Sevilla nos ha dejado varios dibujos de gran influencia del maestro y se movía firmemente dentro de su círculo de influencia. Otros pintores del momento que siguieron su estilo fueron Valdés Leal, Francisco Herrera el Mozo o el mismísimo Zurbarán. Algunos de sus más importantes discípulos - grandes seguidores del estilo de Murillo - que podrían ser autores de esta obra son Francisco Meneses Osorio, Matías de Arteaga, Francisco Polanco, Ignacio de Ries y el granadino Sebastián Gómez, sobre el que se tejió una leyenda que lo hacía el «esclavo pintor» de Murillo, probablemente por trazar un paralelismo con Velázquez y Juan de Pareja. Igualmente, vinculados a la pintura de Murillo, sin que quepa precisar el grado exacto de relación personal o profesional estuvieron Esteban Márquez de Velasco, de quienes han llegado algunas obras de cierta calidad muy influidas por el maestro, con Alonso Miguel de Tovar y Bernardo Lorente Germán, el pintor de las Divinas Pastoras, la influencia de Murillo se adentra en la primera mitad del siglo XVIII. Ambos, junto con Domingo Martínez, murillesco en el gusto por lo delicado y lo tierno, sirvieron a la corte durante su estancia en Sevilla de 1729 a 1733, un momento de gloria para la pintura de Murillo dada la afición que le demostró la reina Isabel de Farnesio, que compró cuantas obras pudo y entre ellas gran parte de las que actualmente se conservan de su mano en el Museo del Prado. Por esas fechas no quedaba ya en Sevilla ninguna de sus pinturas de género y Palomino escribía, con cierto desconsuelo, pues lo que se valoraba era la dulzura del color antes que el dibujo, que «así hoy día, fuera de España, se estima un cuadro de Murillo, más que uno de Ticiano, ni de Van-Dyck. Entre los pintores que trabajaron en el transito del siglo XVII a XVIII siguiendo fielmente el estilo de Murillo destaca principalmente Juan Simón Gutiérrez. Sabemos que desarrollo su actividad en Sevilla durante más de medio siglo y por lo tanto su producción artística debió ser muy abundante aunque tan solo nos han llegado tres obras firmadas. La muerte de santo Domingo, hoy en Sevilla, la Virgen con los santos agustinos, en un convento de la Trinidad en Carmona y una sagrada familia en las Recoletas de Medina Sidonia, su ciudad natal. Creemos que es posible que esta sea una de sus obras que muestra un estilo personal dentro de lo murillesco especialmente en los restos de sus personajes que han permitido identificar de su mano obras no firmadas. El éxito de Murillo radica en el carácter amable de sus modelos, que responde a una sensibilidad que se aleja del barroco y se acerca a la suavidad y amabilidad, a la dulzura, a lo delicado y sentimental del rococó. En cualquier caso y a pesar de no ser posible afirmar la autoría con absoluta exactitud, esta Virgen y San Félix Cantalicio es una obra significativa y de excelente calidad partiendo de un modelo del maestro, siendo así que las obras de Juan Simón Gutiérrez y de otros de los pintores de su órbita y de sus discípulos eran tan abundantes, de tan gran calidad y tan semejantes a las de Murillo que es muy difícil atribuirlas en firme a cada pintor y a menudo se han atribuido erróneamente al maestro.

OBSERVACIONES

Presenta repintes y restauraciones.
Este lote puede verse en la Sala de Setdart Madrid situada en calle Velázquez, 7.

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